Duende del Sur

Recuerdo las tardes de bohemia, los duendes bailando entre las cejas, los guiños compartidos, los roces, las presencias.
¡La humanidad en cada detalle!
Dibujos de manos junto a flores y flores junto a estrellas. Lanzar una cometa al aire y ¡volar detrás de ella!
Ser niña, ser viento, ser espuma del mar.
Crecer, crecer y soñar. Correr por una playa, saltar sobre la prisa de las olas, ser ola y un pedazo de aquel mar.
Recuerdo los ojos guardianes de mi infancia, los ojos azul lienzo de mi abuela. Su voz de agua de luna, sus manos, sus lunares, su olor a rosas en el pecho, dejando su fragancia flotando siempre en el aire. Su abrazo franco y tierno, como los astros, fundiéndose en mi pecho como una tempestad de soles reencontrados.

Recuerdo la casa de mi abuela, blanca lunita recién encalada. Las tardes en el patio, las flores del almendro, los olivares, desnudos de tiempo y de avatares.
El eco del silencio en las horas de la siesta.
Las gotas de la lluvia cuando caía la «lluvia milagro» en Andalucía y los surcos del camino agradecidos.
El Sol perpetuo, ahora fuego, ahora gloria, ahora lienzo en el recuerdo de mis tardes caramelo. Las flores, los balcones, las celosías. El olor a los jazmines prendidos en la calma más desnuda y alma de aire de las noches del sur.
Las mozas con sus flores en el pelo y el corazón en un brinco, en un desvelo…
Ayyy ¡Qué mi novio viene a verme madre abuela!

Recuerdo la belleza de las horas, aquel duende del sur de Córdoba y Granada, huella de la memoria que construyó mi infancia.

Publicado por

mayde molina

Escritura, Espiritualidad. Medicina Tradicional China

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