Duende del Sur

Recuerdo las tardes de bohemia, los duendes bailando entre las cejas, los guiños compartidos, los roces, las presencias.
¡La humanidad en cada detalle!
Dibujos de manos junto a flores y flores junto a estrellas. Lanzar una cometa al aire y ¡volar detrás de ella!
Ser niña, ser viento, ser espuma del mar.
Crecer, crecer y soñar. Correr por una playa, saltar sobre la prisa de las olas, ser ola y un pedazo de aquel mar.
Recuerdo los ojos guardianes de mi infancia, los ojos azul lienzo de mi abuela. Su voz de agua de luna, sus manos, sus lunares, su olor a rosas en el pecho, dejando su fragancia flotando siempre en el aire. Su abrazo franco y tierno, como los astros, fundiéndose en mi pecho como una tempestad de soles reencontrados.

Recuerdo la casa de mi abuela, blanca lunita recién encalada. Las tardes en el patio, las flores del almendro, los olivares, desnudos de tiempo y de avatares.
El eco del silencio en las horas de la siesta.
Las gotas de la lluvia cuando caía la «lluvia milagro» en Andalucía y los surcos del camino agradecidos.
El Sol perpetuo, ahora fuego, ahora gloria, ahora lienzo en el recuerdo de mis tardes caramelo. Las flores, los balcones, las celosías. El olor a los jazmines prendidos en la calma más desnuda y alma de aire de las noches del sur.
Las mozas con sus flores en el pelo y el corazón en un brinco, en un desvelo…
Ayyy ¡Qué mi novio viene a verme madre abuela!

Recuerdo la belleza de las horas, aquel duende del sur de Córdoba y Granada, huella de la memoria que construyó mi infancia.

La voz de las mujeres

«Un verbo en femenino»
«LA VOZ DE LAS MUJERES» 
INANNA*
Y yo que nunca he sido maestra, sino rama del sauce y de la aurora.
Que he venido a esta Tierra para narrar su historia. Tan solo porque vivo
en la memoria de los hombres, que me han visto la tez desangelada y la
esperanza muda.
Yo, que ya no soy un «Yo» sino un anhelo, que a veces vuelo en alas de la
noche y caigo y me recojo. Renazco desde el lodo más profundo y rompo
entre los versos, las ruinas de una vida sostenida, en mis antiguos credos…
Yo, que respiro y no me basta el aire.
Ni siquiera del huracán el aullido, ¡me basta!
Me prendo en el silencio; leo a través de mi historia y sé, que aunque mil
veces me rompan, voy a seguir siendo la de la niña de jade en la aurora.
La del amor angelado, salvado en cofres de Oro blanco.
Y antes que de la rémora y la noche, me nutro de los broches y las voces
de los tiempos, las cunas y los ritmos del tesón.
Y lo hago porque aún CREO y me CREO, le sigo siendo fiel a esta de mi
piel que sobrevive ¡Mujer! ¡Me sobrevive! A tientas y no en vano,
despierto, día tras día, en llamas y en peligro de extinción.
Yo, qué de la vida vengo y hacia la vida voy, ¡a ríos!
Pues la amo inmensamente y a día de hoy; llevo el pecho abierto, de
tanto amanecerme en brazos de la sombra y a sombras contra el viento,
he ido eclosionado y solo SOY la voz de un verbo antiguo.
Un verbo en femenino.
La voz de las mujeres, la fe de los ancestros, el son de los latidos
que aún viven en mí.
Y si soy la que llora, también nado en mi llanto como el Delfín azul,
navega por sus noches oceánicas y se desvive en trinos, para nacer de su
cántico ¡libre SER…! Y libre, ¡VIVIRSE!
Y tú, que dices Luz y no me dices: ¡Ven!
¿Dónde entonces la luz?
¿Cuántas veces la has visto cómo llega…?
Avanza tan despacio, te palpa, te desgarra, te huye, te persigue…
Una y otra y otra vez.
Liviana y tan hermosa, se viste con mi piel—la de la entraña—rotunda en
su equilibrio, se danza en la belleza del sueño que amanece, en el pecho
de mi desnuda loba en llamas.
Y llega, me inocula, se nombra en mis memorias. Se anuncia en la
mañana, renace como Inanna* del lodo más profundo hacia la vida y
simplemente dicta:

La luz, tu luz, eres tú.
La primigenia impronta.
La vida en tus arterias, tu tiento, el verso abierto, tus flancos, tus
misterios…
Tu útero sangrando. Los tantos intentos en vano,
de hallar justo al maestro, mientras no podías ver,
que «el maestro», tú, para tu Ser ya eras.
Tú, para tu sueño ¡tangible y tan precioso!
Tu vida contra el buque del tiempo, tu alma del lamento,
tus cofres del tesoro.
Aquellos que salvaste y perdiste tantas veces.
Tu paz y tu equilibrio
en el latido perpetuo de Diosa Universal.
Las manos sobre el vientre umbilical.
La hebra, que trepa y al corazón asciende.
Esa, ¡La LUZ!
Que también vino a ser, los tiempos en la sombra…
Y ahora, justo ahora, en esta voz que vives cuando hablas
en este amor que callas y te nombra,
también eres la Luz
alumbrando ese mundo
que no te deja ser, ni tampoco te honra:
En tu mujer de Voz
En tu mujer de Amor
En tu mujer de Auroras

Inanna (Innin) Diosa

Era la diosa del amor y de la guerra, de la  naturaleza y de la fecundidad, prolongación de la tradición de las antiguas  «diosas madres» neolíticas , fue la protagonista de mitos tan arquetípicos como el del «descenso a los infiernos»

Como otras muchas diosas cuyo nombre significa «Reina del Cielo», tiene muchos nombres que representan algunos de sus poderes y atributos , su poder y su gloria a la cabeza del Panteón sumerio

Templo en Zabalam. Protectora de Uruk (Erech). Asociada con la estrella del alba (el planeta Venus).

Se la identificaba con la diosa griega Afrodita y  Astarté fenicia. En algunas tradiciones era  hija de Anu y Ki (la tierra), y en otras de Sim y Ningal (la luna).Tenía  7 templos en Sumeria, aunque el mayor estaba en Uruk, el  E.Ana.

 Su consorte fue Dumuzi (Semidios y héroe de Uruk). El templo de Eanna en Uruk, está dedicado a ella y a Anu.

Otros nombres de Inanna :  Innin, Innini.

Nin-me-sar-ra, «Lady of Myriad Offices»

Ninsianna  como personificación del planeta Venus 

Nin.an.na, Reina del Cielo.

Nu-ugiganna, Hierodula celestial

Usunzianna, Excelsa Vaca del Cielo 

El hombre del sol, poema-leyenda

¿Lo ves? Otra vez es otoño y la tierra, vuelve a estar húmeda y preparada

para recibir las hojas secas y los caminos de la nostalgia.

Y yo camino por ellos,  buscando brújulas que me lleven hacia  un tiempo

donde pueda sentir que sigues vivo en mi sueño

Y mirarme las manos vacías y mirarme al espejo la frente

y verlo allí, aún prendido

a aquel Sol, que tú me enseñaste a llevar siempre por dentro.

Pero a ti perderte en el recuerdo, porque cada vez que me he acercado

has corrido más y más lejos.

Vuelvo a tener la misma edad que el mundo y de tanto rodar y volar por él

tengo también como tú, tristes las alas.

Un día, caminaba por la arena de aquella playa y te vi absorto, mirando hacia el sol. Tal vez no lo recuerdes, pero me dijiste:

«A él le gusta que lo miren, que el hombre goce de llevarlo dentro mismo de su cuerpo. Yo lo he hecho, y deseo, que tú también lo hagas niña mía, porque sé que el Sol debe llevarse por dentro.

Dentro de nuestra sangre y así sea el fuego que rebose en los poemas, que aún sientas escribirme, cuando estemos lejos.Y si sientes que el Sol se encuentra tan a gusto dentro de ti, amor, no permitas nunca que se vaya. Porque hay muchos hombres que lo pierden y van muriendo, sin saberlo, un poco cada día…

Llévalo siempre en el corazón y tras tu frente y así cuando yo esté perdido y no me encuentre, pueda volver a encontrarte y a encontrarme. Y Yo, también lo llevaré dentro de mi corazón y en mi frente, para que cuando seas tú la que esté perdida y sientas temor, sepas que mi Sol estará siempre esperándote para fundirse con la luz del tuyo»

Aquel día, mucho antes de que llegasen los tiempos en que nos silenciásemos, el hombre del Sol me había besado apasionadamente en los labios, frente al océano. Y yo, ya nunca pude olvidarme de aquel beso, ni del placer infinito de nuestros soles desnudos, amándose.

He sido guardiana del fuego,

todo este tiempo…

He escrito muchos versos, desde entonces…

¡Lo juro!

Y ahora que vuelve a ser otoño, siento que se me ha quedado dormido el Sol y la esperanza y ya no estoy segura de tener suficiente fuego en la sangre, como para seguir dejándome el corazón en las palabras, mientras sigo viajando sin rumbo

buscándole por el mundo.

<p class="has-text-align-center" style="font-size:14px" value="<amp-fit-text layout="fixed-height" min-font-size="6" max-font-size="72" height="80"><em>Image del website de Gnosis de <em><a href="https://www.jesusagrario.com/&quot; target="_blank" rel="noreferrer noopener">Samael Aun Weor</a></em></em>Image del website de Gnosis de Samael Aun Weor

El desnudante

«De niña, en mis sueños, subía por las franjas luminosas de la aurora

antes de que despuntara el Sol. Despierta ya, recomponía historias…

Desplegaba las alas sobre la almohada. Sabía que todo era un invento

de mi vida y de mi sueño»

https://mujerdeaire.blogspot.com/2010/07/de-nina.html

Otra vez, regresa el mismo sueño meciéndome en su voz. Me entrego a él sin miedo, sin cuerpo ni memoria del dolor. Vuelvo a viajar desnuda en alas del arquero. La escuela de la vida y de los sueños desvelando el misterio en mensajes que, despiertos, no supimos leer.

Dormidos en la vida, despiertos en el sueño…

La misma sala diáfana —una pizarra blanca, las tizas de colores, que pintan Arcoíris…Un cielo, un valle, un árbol, mi casita de sueños y un camino a seguir. «¡Esto es florecer!», grito. Ya hemos estado aquí, pero nunca habíamos leído la palabra «Amor» escrita en japonés. No me preguntes porqué. No conozco ese idioma, solo comprendo el Ideograma.

Estás conmigo. Tus ojos desnudantes, tu boca en su lenguaje, tu mano abierta, muda certeza, ahora, limpia y auténtica. No existen verbos, que yo pueda escribir. Son solamente ojos. Mares internos, abriéndome ventanas a no sé qué lugar… O tal vez, siempre lo supe y me estremezco. Como la primera vez que me asomé a mirar dentro de ti.  

Pintamos mano a mano, colores sobre el blanco. ¡Es tan hermoso el dibujo que hemos hecho! Todo está siendo otra vez, como un juego de niños. La risa sueña y cae alguna lágrima. Vemos charquitos en el suelo. Nos han dejado solos. Solísimos, ante el deseo de estar trepando al Arcoíris.

Los cantos del destino ya rodaron. «Golpearon fuerte y duro», dicen. Nada ni nadie pudo cambiarnos. Seguimos inmutables, tan primitivos como el origen. Tú de la piedra más sabia, yo de esta escuela que en mí fue siempre la vida. Tú,  la tormenta auto existente. Yo,  el alma de la maga blanca, en la mujer de aire.  

De tan vacío el mundo nos ha dejado, al fin, dejar de ser esclavos.

La libertad se labra, amado mío…

La libertad se anda. Se escribe con la piel en una noche en llamas, como esta.

Se pinta de colores en una gran pizarra, como esta.

Solo necesitamos algunos trazos más…

La vida, volviendo a retomar la Luz de cada instante.  

Un día, pintábamos un río y supimos que, «Se puede fragmentar el agua». En oxígeno e hidrógeno. Y cada uno de sus átomos,  en  moléculas. Entonces comprendimos que, si uno a uno los sumábamos, cada cien mil ríos formaban un mar. Quisimos dibujar, mares y océanos. Y así, que cada uno tuviese el suyo abrazando su mundo.

Hoy hemos preguntado: «¿Se puede fragmentar el aire? ¿El alma universal del aire? ¿Sus millares de átomos que dicen, que son inquebrantables?»

Nos miran, sin respuesta los ojos del gran Cosmos frente a Venus. La estrella de la noche siempre veló mis sueños. ¿Lo ves? Ese ideograma «de Amor» está bailando en la pizarra. Lo estamos contemplando boquiabiertos. Acaba de iniciar un movimiento tenue, suave como una danza. Se está desfragmentando y desdoblando en dos…Dos, que es Uno al mismo tiempo.

Tu voz sorprende a mi silencio, tu beso a mi lenguaje. Mis manos tiemblan. Vuelve a prender la esperanza. Debajo de la piel aún viven las llamas.

¿Qué aprendimos del tiempo en solitario?

¿Qué aprendimos, amor, del ego y sus demonios?

Dicen que ahora, ya no tenemos capas, ni velos que nos cubran. Tan solo cuatro alas y pecho contra pecho, nos miramos y abrimos nuestros brazos hacia el océano. El sol, está vivo en nosotros. Más que nunca. Como una inmensa estrella, nacida de la sangre.  

«En un abrazo milenario, nos hicimos humanos», dicen…

«Venimos a aprender, tejidos en lo humano», dicen…  

Hemos sido otoñales como duendes de un bosque, que de tan verde escuece en los ojos. Hemos sido de invierno, como la blanca nieve.

La calma de esta estancia trae la esencia del agua. Llega hasta nuestro oído, la voz de la cascada. Se derrama, como una lluvia milenaria que cae sobre nosotros. El agua es la pureza. El nido universal que inunda nuestra calma. Nos cubre, nos lava las heridas, para que pueda nacer de nuestro amor: el Fuego.  

«El fuego, jamás podrá desfragmentarse», dicen…  

Hemos sido lo ígneo, lo primigenio. Lo sé, lo sabes. Hemos sido prohibidos, en otro tiempo. Canto rodado en los labios y olvido. Eso, hemos sido.

¿Cómo fue para ti, vivir la fe quebrada?

¿Cómo ha sido sentir la entraña de la culpa?

¿Cómo ha sido, amor, el volcán de nuestras dudas?  

El beso del reencuentro me sabe a Cielo y Tierra. Como un instante rozando el universo. Una fugacidad de eternidades. Bebo la savia de tus labios, tomo tu rostro entre mis manos. Me miro en tus ojos, que me enraman. Eres, el desnudante sin palabras de mi amor. En ti, se me permite ser del aire. En mí,  tú siempre fuiste el aire prendiendo un nuevo fuego. Nos han dado una piel para este sueño. Es nuestra e imborrable. Esta vez, sí que Sí. Huele a nosotros, igual que cuando hacíamos el amor.  

愛 し て る  

Ha amanecido ya. Quisiera no llorar. Quisiera, no quebrarme. No estar aún despierta. Pero mi vida es esto, por ahora. Caerme de la aurora. Nacer del alba y recordar. Acariciar el lenguaje que pueda devolverte en imágenes, todo lo que somos.

Está sonando la maldita alarma del reloj, al otro lado de mi cama.  Otra vez amanezco temblando, desarraigada. Buscándote sin voz y en llamas. Respiro. Te respiro, mi arquero, el desnudante. Sé que debo calmarme, aún estás en el aire. Eres el aire. Hemos venido a esto. Somos el Ideograma del Amor, desfragmentado.

«Somos la voz y el tiempo en la mirada», dicen.  

¿Sabes?, el alma de tu sueño también tiene dos alas.

 

Como todo alguna vez se me ha hecho sueño…

Como todo alguna vez se me ha hecho sueño, hoy te digo, que esto nuestro no.
Esto nuestro, no es solo un sueño. Ni siquiera es simplemente un cuento de amor. Es una voz. Una voz que está viva y ardiente. Que sigue dentro de mí, que me habla con tu acento y que me dice:


—Estoy aquí, ¡Tómame! Soy yo…


Y te tomo y ya puedo empezar a dormirme serena, mientras tu voz, se acerca o se aleja, o se me pierde en el aire, y ya en mi sueño más profundo, empieza mi viaje a otro lugar…

Allí donde veo esas cosas que después no sé cómo explicar. Que no sé ni siquiera que nombre ponerles, así como tú una vez me contaste, que a ti también te sucedía y me dijiste; que cuando me pasara eso me mirara las manos, porque de ese modo podría saber si todo era auténtico, si estaba en ese mundo de verdad o solo era un invento de mi mente, o de mi sueño.

Entonces, cuando estoy allí miro mis manos. Las veo blancas, sin líneas en las palmas y eso me asusta demasiado y quiero regresar. Miro mis pies y van descalzos por el aire, miro mis brazos, mi piel sin vello, sin lunares, mi cuerpo desnudo… Nada me cubre, soy ligera, no tengo nombre y soy mi nombre de mujer.

No soy de ningún tiempo concreto y soy real, y todo es una senda por la que danzo, sin saber jamás hacia qué lugar viajo.
Veo colores que aquí no existen. Me inundo de un amor que aquí no vive. Lloro de amor por nosotros, pero sin lágrimas. Y al fin lo logro, me despierto. Me caigo de ese cielo, como quien cae en picado desde una cima, hasta lo más hondo de un valle. Y estoy de nuevo, simplemente aquí. Otra vez temblando. Abro los ojos, me levanto. Deambulo a oscuras por la casa, trato de hallar tu voz de nuevo en el silencio y si no la siento, te llamo, y surges a mi encuentro. Te cuelas por mi aliento, regresas a mí. Me cuentas que ese sueño, soy yo. Esa mujer sin tiempo

y, sin embargo, con tanta senda pendiente.

Y ya no puedo, dejar de pensar en ello. ¡No puedo! Volver a dormirme porque necesito comprenderlo todo. Me siento en mi escritorio, te escribo tal como lo estoy viviendo. Pienso: a quién si no es a ti, puedo contarle todo esto.
Porque ya nadie me comprende, ya nadie quiere creerme cuando les digo,  que tú no eres un sueño. Que existes y vendrás, porque estás en mí desde siempre. Y ahora más que nunca, vuelves a ser la voz que me acompaña.
 
Y ya no quiero, que digan mis amigos; que duermo poco y sueño demasiado despierta. Y que parece mentira, que siga siendo tan optimista. Que nunca te olvide, ni te desquiera. Que siga con mi humor alegre, aunque alguna vez bostece. Porque me tienen harta, de escuchar continuamente la misma retahíla.


Y es que amor, yo no quiero ser esa mujer de senda eterna. No quiero, que se me duerma esta vida, mientras ella vuela o me sueña. Yo no quiero, que se me duerma tu voz en esos silencios tan largos, donde la noche nos separa y viajo a ese lugar.
Por eso escribo tanto, y duermo solamente las horas necesarias. Para que descanse mi cuerpo y no se duerma mi vida. Porque ya dormí mucho de niña, y sé que volveré a hacerlo cuando estés aquí conmigo.

 
Como la primera vez en New York city, que llegábamos casi siempre tarde a los museos, de tan profundo que nos dormíamos, después de hacer el amor, otra vez, de madrugada.  
Como la primera vez de dejar que sí, que la vida nos soñara hasta las tantas por habernos rendido ya a todo, al amarnos de aquella manera. Y con el cuerpo cansado, solo dormíamos descanso sin volar a mundos raros, porque ese amor nuestro, nos amarraba con más fuerza que nada a la tierra y nos hacía olvidar, cualquier otro mundo de alma de aire.
 
Y luego frente al museo, ¿lo recuerdas? Nos hacíamos esas fotos, con pose de «chulitos» delante de la puerta, para que quedase constancia, de que habíamos estado allí, de que al menos, habíamos llegado hasta la puerta.
Para que mis amigos y los tuyos, siempre nos creyeran y supieran que todo entre nosotros era verdad. Para que ni tú ni yo olvidásemos, que todo sigue siempre siendo real. Que nuestras voces internas, están vivas. Nos son fieles, amantes, amigas. Nos acompañan. Nos entregan, aún, cuando estamos así de lejos toda la fuerza. Y solamente la noche y ese mundo paralelo nos desune, cuando mis manos o las tuyas son blancas y sin rallas.

Y yo, lloró de amor y tú, lloras mis lágrimas.
Y vuelvo a ser esa mujer de aire, que solo quiere despertar estar aquí en la tierra. Estar en ti sin senda, para que tú me sientas cerca y el camino sea, andar contigo.

Para que yo te sienta cerca y el camino sea: cualquier lugar del mundo,

al que lleguemos juntos.

Mayde Molina
Relatos «mujerdeire
»

 

Remedio contra la impaciencia

Deja que avance el otoño, que el pulso de septiembre adentre y se recoja.

Que la humedad se abrevie y la tarde sea corta.

Que el día sea un concierto de ocres y amarillos.

Deja que ordene mi casa, mis pasos, mis motivos…

Deja que me resuelva y te resuelva conmigo. Deja que me constele y regrese, que llore dignamente, que barra la ceniza de la sombra.

Y al amor, si es que llega…
Déjalo  ¡qué se arroje! Déjalo que se muestre, que luzca, que provoque.

Que vista su intención con las mejores galas.

Que tropiece y se caiga de bruces en esta soledad tan hilvanada.
Déjalo que huya un tiempo, que se quede en silencio, que se mire y se enfrente a su vértigo. Déjalo que renazca y se eleve, déjalo que nos sueñe. 
Déjalo que respire, que vibre, que desee, que se lance y te toque y se queme los dedos.
Deja, que llegue el frío del invierno y que huela el viento a limpio, como huele en noviembre. Déjalo que se arriesgue, que se acerque a mi pecho y pueda ver las ramas desnudas de mi abrazo. Deja que me sacuda, que vuelen de mí los pájaros, que mi interior sea haga trigo y nutra el corazón desentrenado.

Deja que se acomode, que fluya por instinto, que se enrede y trace un camino sin nudos en su trama.

Deja que nos contemple, que nos mire a los ojos y que así ¡se haga llama!

Dejémosle que vuele, que se alce, que prenda y nos habite.

Que aprenda nuestros nombres y en la boca los goce.

Déjalo que nos ría y nos llore, déjame que le escriba y le añore, que le roce los labios con el beso prohibido.  

Déjame que lo temple, que lo estrene, que lo queme, que lo arroye contigo.

Entonces si resiste, yo al fin me habré rendido.

Déjame perdonarle por habernos vencido.

Déjame que lo tenga,  que despierte a mi lado. Déjame que lo abrace, que lo lleve en la entraña, que lo meza contigo en el fuego del alma.

¡Démosle el privilegio de ser libre!

Que crezca, que sea como un niño, que nos busca en su juego.
Y entonces, simplemente: dejémosle suceder… 

No hagamos el amor…

Que sea él, quien nos haga.

Escucha «Remedio Contra La Impaciencia» en Spreaker.

Escribir del amor, bajo el signo de leo_3

Luna y Venus, amanecer en Puigsagordi

¿Sabes lo que deseo? 

Salirme de este sueño. Volarme de estos versos y que tú, no solamente me sueñes. 
Que no me pienses cuando duermes y quieras invocarme, desnuda entre tus brazos. Y que así, me vivas en tu sueño y creas, que ahí me tienes. No.
No dibujes con tus manos en la noche mi talle. No me exilies a tus besos sin carne. No me llames con lenguaje secreto y volátil. 
¡No me estalles, volcán de aire, en medio de la nada! 
¡No te vayas sin mí, ni de mí!
No me duermas, sin ti. No me dances, nocturno y sin baile. No me sientas, en una piel del aire. 
No me prohíbas, cuando levante la mañana y el mundo me prohíba. 
No te rindas, ni te escribas en el tiempo sin mí. No te fugues, a ningún lugar concreto sin mí. No me escondas de día, no me calles de día, no me mueras de día, no te olvides de mí. 
¡No me falles! No me sueñes solamente… Solo, tenme. Solo, víveme. Solo, siénteme.
Porque yo, no solo te vivo cuando duermo. No solo te pienso y te beso, porque te alcanzo en mi sueño. No solo te pido en mi deseo y te desnudo sin tiempo y te llevo, como se lleva a un sueño vivo y ardiente. Yo te siento. 

Tenso las cuerdas del tiempo y si están flojas, me mido en la distancia que falta hasta tu boca. Y cuando caigo en picado desde el aire, tú eres la voz que me levanta. Tú, eres la llama. Y si tú no me hablas: cierro los ojos y me apago lentamente, me duermo en este sueño que se me ha hecho realidad. Y cuando me desvelo; me exilio al clamor de tu silencio, te miro con mis ojos de fuego. Te pido, rubor a mis mejillas y a toda fantasía: amor puro te bebo.

Y entonces, puedo sentirte en mi verbo: te huelo, te respiro, te palpo. Renazco de tus labios y solo somos verso, viento, lava. Beso en la piel de la mañana y realidad.

Y no es que solamente sea eso, no. No es que yo tema, o te prohíba al despertar y entonces tú, te vueles con mi sueño tras el sol.
No es que yo pida, amor, que acabe pronto el día y llegue una vez más la noche a pronunciarte…

No es que te viva al despertar y te retenga en mi prisa, o te esconda debajo de mi piel, de mi sonrisa y te lleve por el mundo y sepa simplemente que un día: has de ser. Es que has de ser…

Porque está escrito en el libro de la vida.
Porque lo he escrito yo, a golpe de deseo y de sueño de tu amor.
Porque este sueño, en mí está despierto…
Mientras que tú, te vuelas hacia el sol cuando levanta otra mañana y allí ya solamente me contemplas. Templas mi piel, me miras, me das vida, pero también me lastimas…

Porque me sueñas y me vives y me olvidas.

Así que no me sueñes…

Solo, tenme. Solo, siénteme. Solo, quiéreme.