Usted no tiene patria ni ha venido a este mundo a conquistar su suelo. Usted no tiene jaula ni jaulero. No tiene un corazón dueño de nada ni de nadie. Ni nada ni nadie, debiera ser dueño de usted o de su corazón. El hecho, no es que usted tenga un corazón sino que debiera ser su corazón. Ser, en cada uno de sus gestos y latidos y hacer de él su oficio por y para el mundo.
Y usted y yo, que sabemos que somos nuestros verdaderos sabios, vivimos en peligro de extinción, porque hay demasiados que piensan que los hombres deben ser los dueños y señores de cosas a las que pusieron nombre. Y las cosas son solo eso y cuantas más poseemos, menos espacio queda para ser y más poder otorgamos a los que proclaman: ¡Esto es la felicidad!
Pero usted y yo, sabemos que hay demasiada gente que se muere de hambre por el mundo, mientras otros siguen poseyendo y repiten y repiten: ¡Esto es la felicidad!
Y sabemos, que cada uno tiene sus baremos para los momentos hermosos que vivimos, al margen de las tantas cosas que en ellos poseímos. Sabemos que hay gente con la que nos sentimos al instante en armonía y otra, de la que desearíamos escapar nada más verla.
Ya aprendimos, que esta Tierra es redonda, que todo es cíclico y que seguiremos girando con el planeta preguntándonos por qué estamos aquí. Sabemos que existe un universo inmenso, que el hombre lanza naves al espacio y que hasta a pisado la luna.
Sabemos que las leyes naturales establecen un orden preciso y que existen diferentes dioses y religiones y tantas, tantas guerras abiertas por el mundo como feroces poseedores de seres y cosas valiosas.
Y sin embargo, usted y yo que como pájaros soñamos nuestro vuelo y como niños sonreímos al miedo ante el espejo; como hijos del putísimo progreso, vivimos en enjambres de cemento, hechos por el hombre y su glorioso deseo de ser amo y señor de cosas que le hacen esclavo y le llenan de vacua felicidad las manos.
Vivimos lejos de la naturaleza, ajenos a sus leyes y verdades, entregados al progreso, mientras que otros siguen muriendo de hambre y opresión.
Pero ¡oh! nosotros, afortunados, seguimos a cobijo en enjambres luminosos que nos ocultan las jaulas de nuestros propios miedos.
Y es así como usted y yo, hemos llegado a este punto de dejar a tan mal recaudo nuestra propia libertad a otros. Como usted y yo, tan dignos y tan sabios, vivimos en una confortable pero estrecha jaula.
Como usted y yo y otros tantos tantísimos tontos, nos estamos convirtiendo en nuestros propios jauleros.
Con este post inicio un nuevo ciclo, que bautizo con el nombre de:
«Poematerapia»
Al fin y al cabo, este es también un Blog de terapia y la escritura, ha sido una de las mejores herramientas a lo largo de mi vida.
Así que «esto» nace como un intento de ayuda para aquellos que resuenen con una conexión y auto-terapia a través de la escritura.
La idea, es hacer un pequeño análisis después de cada poema y llegar a unas conclusiones en forma de «Tips». El primero que voy a compartir es de mi antiguo blog, mujer de aire.
*Nota: el texto es largo porque en su momento, fue creado para Slam.
Ciudad de alfanje
Duermes, entre diamantes1, en ese azul inmenso
que te ha sangrado el Ego y la sed de silencio.
Tiento a tu sueño y me estremezco…
He aprendido a besarte sin Beso, a acicalarte los labios con los dedos
y mi pequeña niñita culpa.
Duermes y no sabes, que yo: escribo mi intención con la boca desnuda.
Que yo, velo tus noches en mi ciudad de alfanje
y ahora soy la del aire y la que aún, no has besado.
Sueñas y no sabes, que, mi antes de ti era un caos.
Que en esta tierra domada, en esta horma mía,
anhelaba ser cima y era un mero incendiario.
Era, mi boca la marea.
Era, mi infierno una jungla
Un lugar para el hombre y su furia.
Era Yo, como siempre, de mí tan mía, mujer volcán y aire.
¡Yo y mi Ego!
Tan rojo y delirante, que solo era el latido de un verbo en erupción.
Que solo era gemido y una Voz contra el viento y el Dios de los percances.
Un verso constricto y decidido a no ser de nada ni de nadie,
destinado a morir o vivir, derramado en los muros del aire.
O en este pueblo, pecho mío, corazón selvático,
siempre en puto abismo y en riesgo de extinción,
con tal de no herirse a cosa hecha, pidiendo guerra o bala…
Y tú, te angelas y duermes hombre-niño
como antes del fuego y su equilibrio,
en esa piel que te respira tan profundo,
como desnudo de mundo vas.
En esa piel que asoma y te refleja liberado
y un poco humano mío.
Sueñas y alcanzo tu sonrisa,
con mi mano de prosa que todo lo toca y sin embargo no sabe,
cómo inocularte en el corazón la llama…
¡Debiera ser la Eva y no la Geminiana!
Asirme a tu bandera o tu madera de roble y darte un solo Beso antes de huir…
Morir en ti mi sexo y mi deseo, una noche perpetua en tu alcoba…
Y volarme después a ser mi sino de trigo y tempestad,
mujer de aurora y barro.
Respiro. Puedo vivirte y vibrar.
Cerrar los ojos. Imaginarte aún, sin haberte infringido con mis dedos de incendio.
Sin haber besado, la locura del alma esa que tienes
que puede contra el fuego y el hambre.
Pienso…
si acaso vas a darme el sueño de tu arquero
o un cofre de secretos para salvar mi Luz
Y así, poder trepar a mi osadía gritando cómo te AMO
contra el techo del mundo…
Amanece mi voz en un desierto, lleno de miel y luceros.
Amanece mi amor, en un quiero y no puedo.
Porque no he susurrado a la noche tu nombre
y que «esto», que, a mí me sucede no debe ser consentido
porque tú: duermes entre diamantes y yo…
Yo, solamente me escribo y me desvivo noche, tras noche.
Me inmolo a cielo abierto en esta ciudad de alfanje.
Demudo a todo verso mi intención y solo soy aún:
la de la herida Lorquiana
la que vuela sus aves del pecho con palabras…
La que le teme al amor y a su verbo de sangre,
por si otra vez me hiere.
Soy yo, la aprendiz de aprendizas.
La del anhelo del Beso por ti no dado, niño Hombre.
1Referente a la expresión: «Duermes entre diamantes»
Acaso ¿ves en el otro, un ser mejor que tú solo porque ya se ha ido sanando,
mientras tú estás aún en el proceso?
Todos somos iguales. Cada uno tiene su ritmo y sus procesos y no debemos sentirnos ni más, ni menos que nadie, por estar en un momento diferente del camino.
El simbolismo del barro
El barro aparece en varias ocasiones y bajo distintas formas: la mujer de barro, la ciudad de alfanje, la casa de barro… Todas ellas son una clara alusión al modo en que se está reconstruyendo o dando forma a sí misma esa mujer, tras haber vivenciado el dolor de sus heridas.
Tras la herida, siente que tanto el cuerpo como el alma son de «barro». Se está moldeando así misma, volviéndose a parirse y a crearse.
La «ciudad de alfanje», es el lugar al que ha huído, para sanarse. En ese barro donde vive, está transformando su ser. Dándole la forma que siente que necesita, para volver renovada y con una nueva esperanza a la vida, una vez el dolor haya podido ser llorado, duelado y asumido.
En la ciudad de alfanje, el dolor se contempla desde arriba. A vista de pájaro y fuera de la ola emocional, para poder ser transmutado, finalmente y desprenderlo del corazón.
Desde aquí invito a todo aquel que siente la herida de abandono en el amor, a sentir su «SER DE BARRO», para poder moldearse nuevamente y desprenderse del dolor. Pero no de la vivencia y del aprendizaje que este, nos entrega como una perla preciosa de sabiduría. Como una cicatriz embellecida, en la que brilla la luz.
Como la huella que deja en la frente
el diamante de la mujer hindú…
Desde mi más humilde opinión, la clave está en el recogimiento y en la auto-escucha. También en pedir ayuda «si siento» que lo necesito. Eso ayudará a empezar esa transformación, ese crearse de barro, para ser moldeado por la propia libertad de, valga la redundancia, ser lo que uno quiera Ser.
Los TIPS para ello serían:
Retirarse y descansar, pasear por la naturaleza, nutrirse con buenos alimentos y dormir todo lo bien que se pueda.
Escucharse y preguntarse a uno mismo ¿qué cosas me hacen sentir mejor? Ahora que me miro y puedo entrar en mí, también puedo sentir lo que me hace bien…
Pedir ayuda a un profesional, si siento que lo necesito (ya sea un Psicológo, un coach, un chamán, un terapeuta..) Intuitivamente, nuestro corazón sabe encontrar la ayuda de la persona que necesita en cada momento.
Permitirse vivir en esos espacios de auto-amor creados para uno mismo. «Nadie sabe amarnos como nosotros tenemos la capacidad de hacerlo, en esos momentos»
Escribir los sentimientos que van fluyendo. Hablarse desde el corazón. La escritura, también es una forma de terapia en la que podemos conectar con la emoción y la manera de sanarla.
Escribir puede incluso llegar a ser una herramienta canalizadora de mensajes, porque nos conecta directamente con nuestro Ser superior o con nuestro «Dios personal»
Entregarse a vivir en esos espacios íntimos, que uno mismo sabe crear para su recogimiento y autosanación.
En resumen, entregarse a estar en comunión con el espíritu y a caminar de su mano, hacia el lugar donde vuelve a brillar el sol y se encuentra la fuerza instintiva que todos poseemos en nuestro interior —aunque «el barro» (la vida y sus experiencias, ya sean buenas o malas) nos ha ido moldeando— hasta que aprendemos a elegir cómo será nuestro nuevo molde, desde la mirada hacia dentro y el auto-amor, que nos llevará a vivirnos en una clara mejor versión de nosotros mismos.
Ese nuevo ser «nacido del barro» en el que, por sus grietas o heridas, puede, al fin, entrar la confianza y la Luz.
Con amor, me despido y os dejouna canción de la gran Mercedes Sousa
Y yo que nunca he sido maestra, sino rama del sauce y de la aurora.
Que he venido a esta Tierra para narrar su historia. Tan solo porque vivo
en la memoria de los hombres, que me han visto la tez desangelada y la
esperanza muda.
Yo, que ya no soy un «Yo» sino un anhelo, que a veces vuelo en alas de la
noche y caigo y me recojo. Renazco desde el lodo más profundo y rompo
entre los versos, las ruinas de una vida sostenida, en mis antiguos credos…
Yo, que respiro y no me basta el aire.
Ni siquiera del huracán el aullido, ¡me basta!
Me prendo en el silencio; leo a través de mi historia y sé, que aunque mil
veces me rompan, voy a seguir siendo la de la niña de jade en la aurora.
La del amor angelado, salvado en cofres de Oro blanco.
Y antes que de la rémora y la noche, me nutro de los broches y las voces
de los tiempos, las cunas y los ritmos del tesón.
Y lo hago porque aún CREO y me CREO, le sigo siendo fiel a esta de mi
piel que sobrevive ¡Mujer! ¡Me sobrevive! A tientas y no en vano,
despierto, día tras día, en llamas y en peligro de extinción.
Yo, qué de la vida vengo y hacia la vida voy, ¡a ríos!
Pues la amo inmensamente y a día de hoy; llevo el pecho abierto, de
tanto amanecerme en brazos de la sombra y a sombras contra el viento,
he ido eclosionado y solo SOY la voz de un verbo antiguo.
Un verbo en femenino.
La voz de las mujeres, la fe de los ancestros, el son de los latidos
que aún viven en mí.
Y si soy la que llora, también nado en mi llanto como el Delfín azul,
navega por sus noches oceánicas y se desvive en trinos, para nacer de su
cántico ¡libre SER…! Y libre, ¡VIVIRSE!
Y tú, que dices Luz y no me dices: ¡Ven!
¿Dónde entonces la luz?
¿Cuántas veces la has visto cómo llega…?
Avanza tan despacio, te palpa, te desgarra, te huye, te persigue…
Una y otra y otra vez.
Liviana y tan hermosa, se viste con mi piel—la de la entraña—rotunda en
su equilibrio, se danza en la belleza del sueño que amanece, en el pecho
de mi desnuda loba en llamas.
Y llega, me inocula, se nombra en mis memorias. Se anuncia en la
mañana, renace como Inanna* del lodo más profundo hacia la vida y
simplemente dicta:
La luz, tu luz, eres tú.
La primigenia impronta.
La vida en tus arterias, tu tiento, el verso abierto, tus flancos, tus
misterios…
Tu útero sangrando. Los tantos intentos en vano,
de hallar justo al maestro, mientras no podías ver,
que «el maestro», tú, para tu Ser ya eras.
Tú, para tu sueño ¡tangible y tan precioso!
Tu vida contra el buque del tiempo, tu alma del lamento,
tus cofres del tesoro.
Aquellos que salvaste y perdiste tantas veces.
Tu paz y tu equilibrio
en el latido perpetuo de Diosa Universal.
Las manos sobre el vientre umbilical.
La hebra, que trepa y al corazón asciende.
Esa, ¡La LUZ!
Que también vino a ser, los tiempos en la sombra…
Y ahora, justo ahora, en esta voz que vives cuando hablas
en este amor que callas y te nombra,
también eres la Luz
alumbrando ese mundo
que no te deja ser, ni tampoco te honra:
En tu mujer de Voz
En tu mujer de Amor
En tu mujer de Auroras
Inanna(Innin) Diosa
Era la diosa del amor y de la guerra, de la naturaleza y de la fecundidad, prolongación de la tradición de las antiguas «diosas madres» neolíticas , fue la protagonista de mitos tan arquetípicos como el del «descenso a los infiernos»
Como otras muchas diosas cuyo nombre significa “Reina del Cielo”, tiene muchos nombres que representan algunos de sus poderes y atributos , su poder y su gloria a la cabeza del Panteón sumerio
Templo en Zabalam. Protectora de Uruk (Erech). Asociada con la estrella del alba (el planeta Venus).
Se la identificaba con la diosa griega Afrodita y Astarté fenicia. En algunas tradiciones era hija de Anu y Ki (la tierra), y en otras de Sim y Ningal (la luna).Tenía 7 templos en Sumeria, aunque el mayor estaba en Uruk, el E.Ana.
Su consorte fue Dumuzi (Semidios y héroe de Uruk). El templo de Eanna en Uruk, está dedicado a ella y a Anu.
¿Lo ves? Otra vez es otoño y la tierra, vuelve a estar húmeda y preparada
para recibir las hojas secas y los caminos de la nostalgia.
Y yo camino por ellos, buscando brújulas que me lleven hacia un tiempo
donde pueda sentir que sigues vivo en mi sueño
Y mirarme las manos vacías y mirarme al espejo la frente
y verlo allí, aún prendido
a aquel Sol, que tú me enseñaste a llevar siempre por dentro.
Pero a ti perderte en el recuerdo, porque cada vez que me he acercado
has corrido más y más lejos.
Vuelvo a tener la misma edad que el mundo y de tanto rodar y volar por él
tengo también como tú, tristes las alas.
Un día, caminaba por la arena de aquella playa y te vi absorto, mirando hacia el sol. Tal vez no lo recuerdes, pero me dijiste:
«A él le gusta que lo miren, que el hombre goce de llevarlo dentro mismo de su cuerpo. Yo lo he hecho, y deseo, que tú también lo hagas niña mía, porque sé que el Sol debe llevarse por dentro.
Dentro de nuestra sangre y así sea el fuego que rebose en los poemas, que aún sientas escribirme, cuando estemos lejos.Y si sientes que el Sol se encuentra tan a gusto dentro de ti, amor, no permitas nunca que se vaya. Porque hay muchos hombres que lo pierden y van muriendo, sin saberlo, un poco cada día…
Llévalo siempre en el corazón y tras tu frente y así cuando yo esté perdido y no me encuentre, pueda volver a encontrarte y a encontrarme. Y Yo, también lo llevaré dentro de mi corazón y en mi frente, para que cuando seas tú la que esté perdida y sientas temor, sepas que mi Sol estará siempre esperándote para fundirse con la luz del tuyo»
Aquel día, mucho antes de que llegasen los tiempos en que nos silenciásemos, el hombre del Sol me había besado apasionadamente en los labios, frente al océano. Y yo, ya nunca pude olvidarme de aquel beso, ni del placer infinito de nuestros soles desnudos, amándose.
He sido guardiana del fuego,
todo este tiempo…
He escrito muchos versos, desde entonces…
¡Lo juro!
Y ahora que vuelve a ser otoño, siento que se me ha quedado dormido el Sol y la esperanza y ya no estoy segura de tener suficiente fuego en la sangre, como para seguir dejándome el corazón en las palabras, mientras sigo viajando sin rumbo
buscándole por el mundo.
<p class="has-text-align-center" style="font-size:14px" value="<amp-fit-text layout="fixed-height" min-font-size="6" max-font-size="72" height="80"><em>Image del website de Gnosis de <em><a href="https://www.jesusagrario.com/" target="_blank" rel="noreferrer noopener">Samael Aun Weor</a></em></em>Image del website de Gnosis de Samael Aun Weor
Otra vez, regresa el mismo sueño meciéndome en su voz. Me entrego a él sin miedo, sin cuerpo ni memoria del dolor. Vuelvo a viajar desnuda en alas del arquero. La escuela de la vida y de los sueños desvelando el misterio en mensajes que, despiertos, no supimos leer.
Dormidos en la vida, despiertos en el sueño…
La misma sala diáfana —una pizarra blanca, las tizas de colores, que pintan Arcoíris…Un cielo, un valle, un árbol, mi casita de sueños y un camino a seguir. «¡Esto es florecer!», grito. Ya hemos estado aquí, pero nunca habíamos leído la palabra «Amor» escrita en japonés. No me preguntes porqué. No conozco ese idioma, solo comprendo el Ideograma.
Estás conmigo. Tus ojos desnudantes, tu boca en su lenguaje, tu mano abierta, muda certeza, ahora, limpia y auténtica. No existen verbos, que yo pueda escribir. Son solamente ojos. Mares internos, abriéndome ventanas a no sé qué lugar… O tal vez, siempre lo supe y me estremezco. Como la primera vez que me asomé a mirar dentro de ti.
Pintamos mano a mano, colores sobre el blanco. ¡Es tan hermoso el dibujo que hemos hecho! Todo está siendo otra vez, como un juego de niños. La risa sueña y cae alguna lágrima. Vemos charquitos en el suelo. Nos han dejado solos. Solísimos, ante el deseo de estar trepando al Arcoíris.
Los cantos del destino ya rodaron. «Golpearon fuerte y duro», dicen. Nada ni nadie pudo cambiarnos. Seguimos inmutables, tan primitivos como el origen. Tú de la piedra más sabia, yo de esta escuela que en mí fue siempre la vida. Tú, la tormenta auto existente. Yo, el alma de la maga blanca, en la mujer de aire.
De tan vacío el mundo nos ha dejado, al fin, dejar de ser esclavos.
La libertad se labra, amado mío…
La libertad se anda. Se escribe con la piel en una noche en llamas, como esta.
Se pinta de colores en una gran pizarra, como esta.
Solo necesitamos algunos trazos más…
La vida, volviendo a retomar la Luz de cada instante.
Un día, pintábamos un río y supimos que, «Se puede fragmentar el agua». En oxígeno e hidrógeno. Y cada uno de sus átomos, en moléculas. Entonces comprendimos que, si uno a uno los sumábamos, cada cien mil ríos formaban un mar. Quisimos dibujar, mares y océanos. Y así, que cada uno tuviese el suyo abrazando su mundo.
Hoy hemos preguntado: «¿Se puede fragmentar el aire? ¿El alma universal del aire? ¿Sus millares de átomos que dicen, que son inquebrantables?»
Nos miran, sin respuesta los ojos del gran Cosmos frente a Venus. La estrella de la noche siempre veló mis sueños. ¿Lo ves? Ese ideograma «de Amor» está bailando en la pizarra. Lo estamos contemplando boquiabiertos. Acaba de iniciar un movimiento tenue, suave como una danza. Se está desfragmentando y desdoblando en dos…Dos, que es Uno al mismo tiempo.
Tu voz sorprende a mi silencio, tu beso a mi lenguaje. Mis manos tiemblan. Vuelve a prender la esperanza. Debajo de la piel aún viven las llamas.
¿Qué aprendimos del tiempo en solitario?
¿Qué aprendimos, amor, del ego y sus demonios?
Dicen que ahora, ya no tenemos capas, ni velos que nos cubran. Tan solo cuatro alas y pecho contra pecho, nos miramos y abrimos nuestros brazos hacia el océano. El sol, está vivo en nosotros. Más que nunca. Como una inmensa estrella, nacida de la sangre.
«En un abrazo milenario, nos hicimos humanos», dicen…
«Venimos a aprender, tejidos en lo humano», dicen…
Hemos sido otoñales como duendes de un bosque, que de tan verde escuece en los ojos. Hemos sido de invierno, como la blanca nieve.
La calma de esta estancia trae la esencia del agua. Llega hasta nuestro oído, la voz de la cascada. Se derrama, como una lluvia milenaria que cae sobre nosotros. El agua es la pureza. El nido universal que inunda nuestra calma. Nos cubre, nos lava las heridas, para que pueda nacer de nuestro amor: el Fuego.
«El fuego, jamás podrá desfragmentarse», dicen…
Hemos sido lo ígneo, lo primigenio. Lo sé, lo sabes. Hemos sido prohibidos, en otro tiempo. Canto rodado en los labios y olvido. Eso, hemos sido.
¿Cómo fue para ti, vivir la fe quebrada?
¿Cómo ha sido sentir la entraña de la culpa?
¿Cómo ha sido, amor, el volcán de nuestras dudas?
El beso del reencuentro me sabe a Cielo y Tierra. Como un instante rozando el universo. Una fugacidad de eternidades. Bebo la savia de tus labios, tomo tu rostro entre mis manos. Me miro en tus ojos, que me enraman. Eres, el desnudante sin palabras de mi amor. En ti, se me permite ser del aire. En mí, tú siempre fuiste el aire prendiendo un nuevo fuego. Nos han dado una piel para este sueño. Es nuestra e imborrable. Esta vez, sí que Sí. Huele a nosotros, igual que cuando hacíamos el amor.
愛 し て る
Ha amanecido ya. Quisiera no llorar. Quisiera, no quebrarme. No estar aún despierta. Pero mi vida es esto, por ahora. Caerme de la aurora. Nacer del alba y recordar. Acariciar el lenguaje que pueda devolverte en imágenes, todo lo que somos.
Está sonando la maldita alarma del reloj, al otro lado de mi cama. Otra vez amanezco temblando, desarraigada. Buscándote sin voz y en llamas. Respiro. Te respiro, mi arquero, el desnudante. Sé que debo calmarme, aún estás en el aire. Eres el aire. Hemos venido a esto. Somos el Ideograma del Amor, desfragmentado.
«Somos la voz y el tiempo en la mirada», dicen.
¿Sabes?, el alma de tu sueño también tiene dos alas.
Como todo alguna vez se me ha hecho sueño, hoy te digo, que esto nuestro no. Esto nuestro, no es solo un sueño. Ni siquiera es simplemente un cuento de amor. Es una voz. Una voz que está viva y ardiente. Que sigue dentro de mí, que me habla con tu acento y que me dice: —Estoy aquí, ¡Tómame! Soy yo… Y te tomo y ya puedo empezar a dormirme serena, mientras tu voz, se acerca o se aleja, o se me pierde en el aire, y ya en mi sueño más profundo, empieza mi viaje a otro lugar…
Allí donde veo esas cosas que después no sé cómo explicar. Que no sé ni siquiera que nombre ponerles, así como tú una vez me contaste, que a ti también te sucedía y me dijiste; que cuando me pasara eso me mirara las manos, porque de ese modo podría saber si todo era auténtico, si estaba en ese mundo de verdad o solo era un invento de mi mente, o de mi sueño.
Entonces, cuando estoy allí miro mis manos. Las veo blancas, sin líneas en las palmas y eso me asusta demasiado y quiero regresar. Miro mis pies y van descalzos por el aire, miro mis brazos, mi piel sin vello, sin lunares, mi cuerpo desnudo… Nada me cubre, soy ligera, no tengo nombre y soy mi nombre de mujer.
No soy de ningún tiempo concreto y soy real, y todo es una senda por la que danzo, sin saber jamás hacia qué lugar viajo. Veo colores que aquí no existen. Me inundo de un amor que aquí no vive. Lloro de amor por nosotros, pero sin lágrimas. Y al fin lo logro, me despierto. Me caigo de ese cielo, como quien cae en picado desde una cima, hasta lo más hondo de un valle. Y estoy de nuevo, simplemente aquí. Otra vez temblando. Abro los ojos, me levanto. Deambulo a oscuras por la casa, trato de hallar tu voz de nuevo en el silencio y si no la siento, te llamo, y surges a mi encuentro. Te cuelas por mi aliento, regresas a mí. Me cuentas que ese sueño, soy yo. Esa mujer sin tiempo y, sin embargo, con tanta senda pendiente.
Y ya no puedo, dejar de pensar en ello. ¡No puedo! Volver a dormirme porque necesito comprenderlo todo. Me siento en mi escritorio, te escribo tal como lo estoy viviendo. Pienso: a quién si no es a ti, puedo contarle todo esto. Porque ya nadie me comprende, ya nadie quiere creerme cuando les digo, que tú no eres un sueño. Que existes y vendrás, porque estás en mí desde siempre. Y ahora más que nunca, vuelves a ser la voz que me acompaña.
Y ya no quiero, que digan mis amigos; que duermo poco y sueño demasiado despierta. Y que parece mentira, que siga siendo tan optimista. Que nunca te olvide, ni te desquiera. Que siga con mi humor alegre, aunque alguna vez bostece. Porque me tienen harta, de escuchar continuamente la misma retahíla.
Y es que amor, yo no quiero ser esa mujer de senda eterna. No quiero, que se me duerma esta vida, mientras ella vuela o me sueña. Yo no quiero, que se me duerma tu voz en esos silencios tan largos, donde la noche nos separa y viajo a ese lugar. Por eso escribo tanto, y duermo solamente las horas necesarias. Para que descanse mi cuerpo y no se duerma mi vida. Porque ya dormí mucho de niña, y sé que volveré a hacerlo cuando estés aquí conmigo.
Como la primera vez en New York city, que llegábamos casi siempre tarde a los museos, de tan profundo que nos dormíamos, después de hacer el amor, otra vez, de madrugada. Como la primera vez de dejar que sí, que la vida nos soñara hasta las tantas por habernos rendido ya a todo, al amarnos de aquella manera. Y con el cuerpo cansado, solo dormíamos descanso sin volar a mundos raros, porque ese amor nuestro, nos amarraba con más fuerza que nada a la tierra y nos hacía olvidar, cualquier otro mundo de alma de aire.
Y luego frente al museo, ¿lo recuerdas? Nos hacíamos esas fotos, con pose de «chulitos» delante de la puerta, para que quedase constancia, de que habíamos estado allí, de que al menos, habíamos llegado hasta la puerta. Para que mis amigos y los tuyos, siempre nos creyeran y supieran que todo entre nosotros era verdad. Para que ni tú ni yo olvidásemos, que todo sigue siempre siendo real. Que nuestras voces internas, están vivas. Nos son fieles, amantes, amigas. Nos acompañan. Nos entregan, aún, cuando estamos así de lejos toda la fuerza. Y solamente la noche y ese mundo paralelo nos desune, cuando mis manos o las tuyas son blancas y sin rallas.
Y yo, lloró de amor y tú, lloras mis lágrimas. Y vuelvo a ser esa mujer de aire, que solo quiere despertar estar aquí en la tierra. Estar en ti sin senda, para que tú me sientas cerca y el camino sea, andar contigo.
Para que yo te sienta cerca y el camino sea: cualquier lugar del mundo,