TAO TE HUMAN

Los Tres Tesoros del Tao

Poseemos tres grandes tesoros: nuestra esencia, nuestra energía y nuestro espíritu.

La esencia nos habla del cuerpo, del ser de carne y hueso, que incluye  los órganos y tejidos que lo forman y también los fluidos esenciales. 

La energía es la fuerza primordial de la vida. Recarga cada célula y tejido de nuestro cuerpo  activando sus funciones vitales. 

El espíritu abarca la mente, la conciencia y el conocimiento. En él viven: pensamiento y sentimiento, voluntad y empeño.

«El cuerpo es el templo de la vida.

La energía es la fuerza de la vida.

El espíritu es el gobernador de la vida»

 

Si uno de los tres tesoros se desequilibra o debilita, los otros también se ven dañados. 

Cuando el espíritu toma el mando, el cuerpo lo sigue de manera natural y se benefician los Tres Tesoros. Pero si solo el cuerpo guía el camino, el espíritu “va solo” y se dañan los Tres Tesoros.

Estos tres grandes tesoros son nuestro legado natural y el grado en el que los protejamos y preservemos determinará nuestra salud y también el lapso de tiempo que durará nuestra vida.

El ser humano que cultiva sus tesoros goza de la riqueza de una buena salud y longevidad.

El Taoísmo contempla al ser humano como a un microcosmos del universo que es completo en sí mismo, por tener: su propio «cielo y tierra», su «clima y estaciones» y sus transformaciones cíclicas,  en continuo movimiento e intercambio con las energías del cosmos.

Los Tres Tesoros funcionan como una sola unidad orgánica y cada uno tiene dos aspectos fundamentales que llamamos: «prenatal y postnatal»  o «primordial y temporal»

Lo prenatal son las cualidades puras que preceden al nacimiento y que nos son donadas en el momento de la concepción. Son nuestra herencia genética, el legado de nuestros progenitores.

Lo postnatal son las manifestaciones que se desarrollan tras el primer aliento de vida, cuando el cordón umbilical es cortado.

Prenatalmente, los Tres Tesoros son una unidad indivisible que después de nacer se separa pudiendo por ello tornarse vulnerables.

Uno de los propósitos de la alquimia Taoísta es restaurar la unidad primordial y proteger: la pureza de la esencia, de la energía y del espíritu con el fin de prevenir la enfermedad y la degeneración del organismo,  retardando así el envejecimiento y prolongando la vida.

No hay un gran misterio en la alquimia Taoísta.

Es solo cuestión de aprender a conducir la mente/espíritu para  controlar y guiar la energía, regulando las transformaciones bioquímicas esenciales y el funcionamiento de los órganos vitales de nuestro cuerpo.

Así es como la alquimia del taoísmo revierte el constante proceso de debilitamiento y agotamiento de la esencia, la energía y el espíritu, que tiende a provocar la vida ordinaria en un mundo material, transformándolo en un proceso de «cultivo» que preservará los Tres Tesoros.

Es este un camino que cualquiera puede aprender y practicar. Solo requiere familiarizarse con los principios básicos del universo que gobiernan la vida y su entorno natural. 

La única condición para ello es la voluntad y la disciplina necesarias para tomar el mando de la energía, el cuerpo y la responsabilidad por la propia vida.

 

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