Los mapas

Imagen de Teresa Salvador.
Imagen de Teresa Salvador. «Fábulas» en Flickr

Recompongo los mapas que me nombran. Hablan de mí y a tientas me recorro.

Mirad, este territorio. Estos pedacitos de tierra he sido. 

Las huellas que atesoraron en mi cuerpo un palmo a palmo.  

Un compendio de historias conjugando mi memoria de haberes y riesgos.

Imaginar…

Cada gramo de amor o derrota: un maldito poema

Esto que me quema, que insiste y me evapora he sido…

¡Un incendio con vistas a la ciudad del mar!

Lo piensas y se te eriza la piel…

¿Se puede ser fogata y azul? ¿Volar de precipicios ajenos?

¿Caer de ti? ¡Huir! Humana y victoriosa

Toda la ciclotimia de estos días. ¡Eso soy!

Pero que cada gramo de calma, cuando llegue la noche y la escriba sea para decir que, obviamente, me he estado soñando en la mujer que nunca he sido.

Una mujer de aire no cabe en este mundo…

Yo soy fractal, como el fuego. Conozco bien mi elemento. Me amaban y parecía un lanza llamas. Si nombraban el fuego, allá que iba.  

Un corazón fragmentado se reconoce verde. Por eso soy esta inexplorada selva mía. Soy mi aborigen. Mi enredadera. Mi intransferible mujer vivida.

Hace un año y tres meses de la huida. 

Y te has quedado enredado a mi ira como una letanía por no darte un lugar. Por no admitir que sí, que sucedió. Y yo, lo siento,  no pude amarte, hombre triste. Y no nos respetamos. 

Pero he aquí mi patria. Bajito la pronuncio… 

¡Qué nadie ose a robar mi libertad! Cómo amo este páramo, océano de mí. He aquí el mar, mi lado bueno.

Y ahora sí por fin: reconocer. Y entonces, reconstruir los mapas del pasado. 

Amor, amada, casa_ me decías. Tu pequeño país: mi vientre vencido. 

Y ahora tú: ¡volar! ocupar tu lugar merecido y yo admitirlo. 

Camino, derrota, aprendizaje. Amor humano al fin y al cabo.

Pasado no presente. Ni riesgo en mí, ni límite. 

Espacio no furia. No ira ya. No pobre niña mía, ya…
Y entonces tú; edad dormida,  herida,  mirlo, negro mirlo, perdido hombre niño, hogar de barro, ocupa, hangar en vientre mío. 

¡Perdón! ¡Hangar  enmohecido!

¡Partir! Salir de mí. Salir. 

Trepar los muros de tu excusa o de mi culpa, ciudad caída…

Camina, camina. Ocupa tu lugar.   

                                  ¡Partir!

                                                       ¡Salir de mí!

                                                                 ¡Volar!

Presunto estado del bienestar

imagen obtenida de la red
Imagen obtenida de la red

Me pregunto en qué telediario denunciarán sus hechos. Cuándo la caja boba nos dirá: «son estos»…. Los más pulcros verdugos, los que juegan a dioses.  Los dueños del veneno que corre por la tierra. El que está coronando los pueblos y los días.  El que solamente existe para elevar a sueño lo imprescindible…

«Tener un puesto en el mundo. Un salario digno. Un estado  del bienestar cuidando de ti y de los tuyos.  Enseñándoles a crecer y abastecerse.                                                                                                                      A ser un día hombres libres…»

Pero ¡NO!  Los ministros del gran capitalismo, NO nos quieren libres.

Los que roban dinero, prevarican y comen los mejores manjares. Pero cagan veneno. ¡Cicuta sobre nosotros! Los que otorgan: ahora, tú te aprietas más la soga  y tú: ¡Revientaaaas!

Y yo, que estoy naciendo como un liquen en medio de esta furia para agarrar la piedra…     A esta sociedad la estoy llamando judas, culpa, angustia.

¡¡Estoy pidiendo auxilio y mi voz se pierde en el vacío!!! Pero, ¿Por qué seguimos siendo la misma soledad que toman dos caminos que se cruzan?

¡El liquen sobre  la piedra! o ¡El miedo sobre la furia!

La furia, porque  aquí hay niños que en invierno no llevan sus deberes a la escuela porque a las cinco es de noche y en su casa no llegan para pagar la luz. ¡Niños que crecen con el rostro azul de la miseria!

Joder ¡Qué le den trigo al hambre y  no le hablen de austeridad!  Que vayan con su supuesto «estado del bienestar» al llanto periférico de la ciudad; a la esquina que recoge la sombra a capela del inmigrante, del mendigo, o de la prostituta que todos juzgan sin conocer su historia.

Pero dicen nuestros verdugos: que esperemos, porque estamos saliendo de la crisis…    ¡Que lleven a sus hijos a las colas del paro y pongan en sus manos la oscura dote del miedo y la angustia!

Joder, que le hablen de espera al hombre de más cincuenta que vive en la cola del paro, o al anciano solitario al que siguen recortando su mísera pensión. Que le hablen de espera y estado del bienestar a mi hijo adolescente al que dentro de dos años no podré pagar la universidad, mientras siguen ganando «ellos»

Y hoy aquí esperamos que ganen nuestros versos y yo, que os reconozco que llevo una mujerdeaire metida en mi cabeza, lo que más quiero es: ¡Qué ganen nuestros sueños! Que nuestros versos sean rojos, nuestras palabras furias, ¡Piedras que lancemos contra ellos! y ¡Qué venza la cometa de nuestra libertad!

Que nuestra ciudad no sea: esta ciudad caída. Ni nuestras vidas: el sueño que ellos pisan con su codicia.

Como una religión…

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Si tuviese que poner alguna regla, ante este riesgo de amor que nos ronda sería:

«guerras cero»

No anhelo conquistar ninguna patria, ni vine a liderar batallas o cuestionar la libertad de nadie.

Si pidiese un territorio donde vivir este amor, aún consciente, de que ésto que voy a decirte puede parecerte precipitado o cursi…

Sería: una morada con puertas a tu alma. Que antes de mezclarnos, antes,  incluso,  de rozarnos, desnudarnos, desbordarnos o desear encontrarnos a nosotros mismos sobre la piel del otro. Te pases, sin  juzgarme por mi rasa frontera de los días. Y si quieres; cruces la aduana de mi pena que no sabe encontrar la respuesta, a cada gesta, en que el amor que ofrecí se fracturó en la vida.

Deseo que comprendas, que si supiese cómo definir la poesía ayer hubiese sido: cualquiera de mis coágulos, mis charcos de barro y lágrimas.

 Hubiese sido mi poema, la brecha y la resiliencia del «género mujer» sobre este cuerpo, que se sigue arriesgando a arropar mi espíritu.

Y hubiese sido poesía, no para mí,  para otros, el abismo escrito sobre aquel huracán que ya ni quiero mencionar.

Pero  hoy,  solo deseo que comprendas que poesía: es el canto del fuego que he visto bailando en tus ojos. O tus manos repletas de pasión, en todo eso que haces mejor que nadie. Decirte, que veo poesía en el perfil de la niñez que te asiste y alguna vez tambalea sobre el hueso a tu hombre. Poesía, en tu causa de lobo, tratando de salvarte, como yo, de este jodido y absurdo pretérito de mundo a punto de extinción.

Si pudiera contemplar a solas, sin poesía: la jungla de tu corazón. Verde, poroso, principiante o copioso de lluvia como el mío y tú, supieses el vértigo que sufro, cada vez que me acerco a un precipicio y siento que quiere devorarme la ley de la gravedad…

Insisto, por mucho que pueda llegar a parecerte aún innecesario o cursi, que hoy; un día como otro, para intentar  que el amor sea mucho más que mi primera regla «guerras cero»  Deseo que si llega; si sucede que viene y se esboza en nosotros, con su peso y su fuerza sobre el peso infinito de la tierra. Si se queda, a pesar de todos mis desperfectos, mis fracturas, de los tuyos y las tuyas, insisto: por mucho que puedas pensar que estoy exagerando.

Ese amor sería como un árbol asido a nuestro tiempo. Y nosotros, el género mestizo viviendo lo hermoso de lo humano sobre sus raíces. Y entonces, serían mis manos, tus ramas, nuestras llamas, nuestros besos:  como una religión desnuda para  ateos.

«Testamento»

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Ahora que el silencio es un cuerpo de versos que alumbran la mañana. Que mi esperanza es luz y mi voz la trinchera.

Que me conozco, me derrocho y me conduzco, sin faros antiniebla y me pronuncio en ella: en la mujer que gobierna mi piel y mis fronteras. Y tan sencillo es…

Ahora, que al fin escribo:

Que mi piel no es territorio, sino lenguaje. Que mi horma y mi norma, son el viento y el aire, que mi ciudad es de Nadie y mi pueblo, mi Sur.

Ahora que al fin aprendo a vivir con lo puesto, asumo y reconozco: que la tristeza no es manta, ni borla y la reforma es un cauce, no un hogar todavía.

Que uno debe aprenderse primero en la sal y edificarse, antes de darse prestado.

Que a día de hoy, aquí se intenta el ejercicio de aprender a bucear y trepar montes.

Que mi mundo, es un sueño que se hace y se goza. Que mi intención es la vida y lo que pones en juego por el amor sin sombra y su lucero.

Que mi noche tardía, es mi día y en él o en ella, me he ido derramando. He derrochado las horas frente al verso y me hago cargo de todo cuanto he roto, en su nombre.

Que ya sabías, lo sabías… ¡Qué voy muriendo a chorros por un soplo de luz!

Que no tengo palacios y sólo soy un templo de mujer. Una boca que late, una nube fecunda, una rama, que se intenta y se trepa. Esta mujer que me nombra en la que pregunta el ¿Dónde?  Que derrocha y agota pronombres y no adquiere ropajes, ni apellidos de nadie.

La que duerme conmigo y se amanece: voraz y en llamas.

La que muerde en mi cuerpo las mañanas y ansía tanto el Norte.

La que dicta: que tengo un territorio tutelado, un camino y un cofre. Un sauce, para el llanto…

Que he surcado los miedos y lo he intentado todo y he caído contigo en picado y prefiero lo digno de levantarme sola.

Que me nutro en el musgo y me interpolo en esta otra, que también es mi voz y mi mujer en cueros.

Que mi tierra es salvaje y alita de alma o loba, ahora y siempre he sido.

Que me voy y no vuelvo: porque no puedo más y mi llanto, es mi quiero o mi quiebro y mi nunca, es ahora. Que mi adiós es una rémora colgándome de la boca.

Que nada tiene sentido, si lo piensas, pues tu roto es el fuego y mi fortuna el agua.

Que en ti ya me he mojado y en ti me seco en llamas.

Que he hecho testamento y he dicho:

Aquí ya no se rasga,  aquí ya no se jode, aquí no se dicta, ni se levanta el verbo o se regala el plomo y el cansancio…

Aquí se va de rojo y no de luto. Aquí no se oscurece, ni se apaga la luz.

…He dicho

Que prefieras tu suerte, compañero y con ella te valgas y te sobres.

Que no inventes,  no sueñes,  no vuelvas, mañana a pronunciarme.

Aquí ya nada tiembla y el invierno no suda, su témpano de nieve.

Aquí, vuela el Arube hacia otra primavera.

Aquí se abrasa el Aire y se enciende una Vida.

Aquí…

Aquí, voy a vestir de largo la Poesía.

“Nosotros somos del tiempo en que nos dieron los sueños…”

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«Nostalgia» imagen de Teresa Salvador , «Fábulas» en Flickr

Lo recuerdo en la belleza de sus sueños…

Que ganaran los del pueblo y le devolvieran a Juan, su Juan.  Su hermano arrebatado por un furgón de medianoche mientras él estaba lejos, ganándose el jornal, cuando una noche negra del 36 llamaron a la puerta de su casa preguntando por José Romero y como él no estaba se llevaron a Juan.

Me recuerdo de niña, sentada en sus rodillas, porque él me contaba las historias de los hombres valientes de su generación. Los hombres y mujeres con nombre y dos apellidos, porque él los recordaba todos.

Bendita su memoria y su boca pidiendo a gritos que la libertad no fuera roja como la sangre derramada de los inocentes, sino blanca, como la piel de su amada, o azul como el océano que nunca pudo ver de niño.

Cierro los ojos y aún lo veo, porque llevo esa imagen clavada en la memoria; yo una niña y él ya viejo gritando frente a un telediario en blanco y negro, a Fraga: _¡Hijos de la gran puta! ¡Qué sois los mismos perros que os llevasteis a Juan!_ y mi pobre madre diciéndole: _¡Papá, sssshhhh… qué no ves que están aquí los niños!

Lo recuerdo en brazos de la muerte, vencido, con sus manos huesudas,  poderoso, susurrando una vez más: ¡Hijos de la gran puta! Y sé que se lo debo todo a él; a mi abuela María, a mi madre, a mi sangre andaluza. Mi sangre, el hilo rojo de mi memoria.

Pero ese fue otro tiempo, no era el nuestro. Ahora, es el nuestro y ya lo dijo mi abuelo: no iba a ser nada sencillo. No iba a ser blanca la libertad, aunque fuésemos cientos y cientos de manos y pancartas resistiendo pacíficamente en las plazas. Porque éramos, la voz viva del pueblo diciéndoles: qué ya estamos hartos ¡Joder! Otra vez, los mismos perros.

Y fue una mañana de mayo, cuando regresamos de repente a otro tiempo. Al asalto de porras y gas, balazos de goma y golpes y sangre… Y no era otro tiempo, era el nuestro. Ni era mi abuelo, tan rojo, corriendo delante de todos. Éramos nosotros: los indignados frente a esta incongruencia de porra y democracia.

Éramos todos los puedos, podemos, poetas, abuelos, perro-flautas, gritando: _¡Basta, hijos de puta!

“Nosotros somos del tiempo en que nos dieron los sueños… Y ahora, nos los estáis robando todos»

Y ya no tengo miedo, abuelo. Sueño como tú, que la libertad ha de ser blanca como la piel de la abuela, o azul como el cielo desde el que sé que seguirás gritando si los ves:

¡Hijos de puta!

… Y sí, son:  ¡los mismos perros!

Pero sé que esta vez vamos ganar ¡los del pueblo!

Una llamada

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Hay labios que callan millones de puedos

Cometas que vuelan en sueños hambrientos

Montones de manos ausentes de gesto

Hay palabras que mienten en labios de incendio

Y todas las noches regresan los versos

poemas escritos en horas sin tiempo

Cupidos que lanzan al alma del verso

Tenemos enfrente: rebajas de enero,

tristezas de siempre, caminos tomados a contracorriente

Me cierro los ojos: no quiero ver nada

Me escucho por dentro: no tengo palabras

Tutelo este pecho, aquí nacen mis sueños

Es uno de enero; empieza la prisa

La vida se vive en pequeñas cornisas

Tenemos ciudades que gimen de invierno

Abrazos que duermen sin que los gocemos

Te miro y me miras danzando un silencio

Nos hemos hallado tan cerca del fuego…

Yo creo en la magia, te busco en el facebook

Y ahora te escribo, ahora te leo

Te veo sonriendo en fotos de ensueño…

Dispara mi dedo: te pongo tres likes

¡Y entonces recuerdo:

¡Qué yo no me adapto a estos tiempos modernos!

¡Qué yo no me adapto a estos tiempos modernos!

Nos hemos guiñado con emoticonos

Nos hemos besado con emoticonos

Nos hemos mandado corazones rojos con emoticonos

Leo tus mensajes, palpo tus palabras

No quiero más wsps, no veo tu sonrisa tras esa pantalla…

Seamos reales, seamos sinceros

no empecemos juntos el código morse del tiempo sin gesto

Yo quiero llamarte: seamos auténticos

Yo quiero abrazarte: salgamos del Facebook

Nos hemos hallado tan cerca del fuego

Deseo que me llames, yo también voy a hacerlo

Dejaré de escribirte poemas sin cuerpo

Deseo que digamos “Hola, te recuerdo”

“Te he echado de menos” “Mañana, ¿qué haces? mañana ¿nos vemos?”

¡Llámame!

Porque una llamada tampoco es un riesgo

Una llamada es una llamada

cuando suena el teléfono

y lo que vibra es tu cuerpo

Quiero que me llames, yo también voy a hacerlo

Será recordar que tu voz no es un sueño

Deseo que me llames, que digas mi nombre

porque una llamada en mí solo es:

cuando suena el teléfono y lo que vibra es mi piel

Cuando escucho tu voz y la que vibra soy yo

¡Seamos auténticos!, ¡Seamos sinceros!

Cuéntame tus sueños: volvamos al fuego

«Me llaman tantas cosas…»

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Cometa Lovejoy,  Imagen de: Emil Ivanov

Sobre piel de papel hoy escribo, mis nombres de mujer:

Me llamo rebelde y tengo cien causas. Me llamo arrecife, me llamo colina, me llamo palabra. Me llamo genética pura, me llamo dilema, me llamo vivencia, me llaman poema.

Me llamo camino y aquí tengo el norte. Me llamo frontera y te abro mis cofres. Me llaman la Eva.

Me llamo tu hermana, me llamo la madre, me llamo la entraña, me llamo la tierra, me llamo planeta. Me llamo esperanza, canción libertaria, cometa en el viento, abalorio de gestos, motivos, instantes, sentimientos en alza. Me llamo la niña, la sabia, la danza, la dádiva. Me  llamo la lluvia, me llamo la lágrima. Me llamo la lágrima de todas mis hermanas. Me llamo espejismo si vienes a herirme. Me llamo latido, me llamo pulsión, me llamo: mujer completa en todas las edades. Me llamo mi dueña y señora, me llamo mi credo, me llamo mi verbo, mi puedo. Mi herida y mi ungüento. Mi sombra y mi diosa. ¡Me llamo tantas cosas que el mundo aún no conoce!

… Me han llamado misterio, me han llamado riesgo, tentación, pecado. ¡Me han llamado puta!

Me llamo tantas cosas que el mundo no comprende…

No soy una costilla, no soy un complemento, no soy una trinchera, no soy ninguna guerra. No busco aquí otra tregua. He sido pacifista y he sido mi derrota. Me han llamado la bruja, la loca, a mí que solo soy: la boca que se pronuncia, la vida que se nombra, en primera persona.

He sido una rebelde por causa o por costumbre. Un ave o una leona, un delfín navegando por los mares online de la memoria, una nutria cambiando el ritmo de la furia, una mujer crecida subida al Aconcagua. Una mujer kilimanjara.

Me llamo palabra, sonido, teorema, motivo, inocencia, me llamo latido, me llaman poema. ¡Me llamo tantas cosas que el mundo aún no conoce! Y si me miras bien verás que sólo soy mi voz en este pecho, que sólo soy un verbo en femenino, que sólo soy mi credo, que sólo soy: tu espejo.

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Imagen de la red

Somos, literatura cero…

Cometa Lovejoy
Cometa Lovejoy

Haces balance de cuentas y regresa la misma canción… Amor, conato, principio de acción o fuego… Soledad. Llevas en las venas, la sed de un hombre en guerra. La infancia, de un millón de lágrimas. Pero otras te dirían: “Llevas, la tez de un hombre triste” y te dibujarían una sonrisa y cerrarían los ojos para darte un beso. Pero yo ya solo miro detrás de los rostros y si alguna vez nos diésemos un beso, abriría lentamente los párpados porque querría saber si tú,  te ofreces con los ojos abiertos al Amor-Conato-Intento… Principio de fuego. Me miras y te diriges otra vez a la misma puerta de salida: la paz de la soledad instintiva… Porque solamente a solas nos hemos desgarrado o nos hemos llenado de destiempo el minutero, para no poder hacerlo.

¿Sabes? Tú y yo: aún no hemos sido escritos. Somos, literatura cero. Un pálpito, una vez en la sangre. Pajarillos sin canto en el aire. La cueva del corazón hereje por salvaje. Pero una vez fue un poema entre los dedos; una invocación a los sentidos, la intuición de que tú… La sed, de la impaciencia.

Una mujer te mira y se refleja, pero tampoco se desnuda porque teme que el niño de tus ojos soledades, aquel que te llevó a vestirte de hombre rudo: rechace la piel que va desnuda. Y a mí, que nunca me ha bastado lo sencillo, mi error sigue siendo esta jodida costumbre de no andar por lo sencillo. Y he aquí mis motivos para arriesgarme a ti, a estas horas de la vida en que se me ha volado la niña y solo me han quedado los desnudos.

Me pregunto: si alguna vez amaste con los ojos abiertos. Si alguna vez lloraste y dejaste que en ti, fuese la lluvia… A veces me persigue el mismo sueño, porque llevo una imagen clavada en la memoria: mis manos haciéndote de barro y tú, que me miraste tres segundos desnudo…

Nunca volviste a esta casa. Nunca… Porque aquí para sanar había que mostrarse el corazón hereje. No volviste a mirarme como aquella vez, desnudo.

Ya ha sido Navidad y tú y yo seguimos solos y siempre regresa la misma repetición: amor, conato, principio de fuego, soledades. No poder desnudarse es no poder abrir los ojos. Somos, aún, literatura cero. Si no somos escritos, el corazón hereje siente frío. Por eso, una vez, quise hacerte un poema. Una invocación a la vida o a la impaciencia…

¿Lo recuerdas?