Si pudiese aprender la bondad de los árboles Imitarlos y arraigar cuanto soy al ciclo de la Tierra Dejar de lamentarme cuando el mundo me rompe Crecer sabia y serena en la esencia del bosque Sentir que mi corteza se templa mecida a la intemperie llena de amor y de aves ¡Que mis frutos se abren para nutrir la vida! Volver a ser semilla que aflora en primavera o en el mejor de los sueños: una mujer hecha árbol que espera al que se acerque y al apoyar su frente en mi tronco intrincado puedan ser necesarias las ramas de mi abrazo
Sin límites
«He de escribir una mujer sin límites»
Una mujer valiente y firme…
Una que está existiendo desnuda dentro de otra mujer
Una mujer repetitiva: caída, riesgo y cima
Una mujer, al fin y al cabo ¡auténtica!
Que antes que mi piel fue aire
espíritu
lenguaje de la vida
Una mujer instintiva
Hermosa por sencilla
Una que solo sigue siendo
de Fuego y alma de Aire
dentro de esta mujer
de otra mujer
de otra
mujer
Una que se siente cautiva
y me pide ser: ¡Libre!
¡Libre! ¡Libre!
una mujer
sin Herida
una naturaleza Viva
una mujer
de Nadie
Una…
Mujer de Aire
*La imagen tomada para el texto es de la NASA
http://apod.nasa.gov/apod/astropix.html
«Mujer elemental»
Conozco una mujer naturaleza
Una mujer vivencia y secreto
Mujer asida a la tierra, a la lluvia
al Dios universal de las estrellas
Mujer voz y eterno sueño de la mujer
que vivo en mi cuerpo
Reitero su belleza desnuda de abalorios
Su fuerza inenarrable en lo que ha pedido ser
Su espíritu del viento carente de disfraces
Su piel no piel
He bebido en su espejo un lenguaje instintivo
que no aprendo a expresar entre los versos
Camino lentamente hacia ella
Sé que sólo soy por ella
Su esencia son mis verdaderas alas
He errado tantas veces tratando de escribir
en mí una “mujer de aire”
¿La peregrina ajena huyendo del peligro
de estar viva? ¿La poeta?
No. Ahora lo comprendo todo…
Asumo esa mujer que pocos ven en mí
La amo, la deseo, la intento
en cada trozo de mi alma
la estoy viviendo en silencio
secreta y poderosa
salvaje y sabia como es
Efímera o eterna
sé que estuve durmiendo
para vivir despertando
de una vez en su verbo
Como una religión…
Si tuviese que poner alguna regla, ante este riesgo de amor que nos ronda sería:
«guerras cero»
No anhelo conquistar ninguna patria, ni vine a liderar batallas o cuestionar la libertad de nadie.
Si pidiese un territorio donde vivir este amor, aún consciente, de que ésto que voy a decirte puede parecerte precipitado o cursi…
Sería: una morada con puertas a tu alma. Que antes de mezclarnos, antes, incluso, de rozarnos, desnudarnos, desbordarnos o desear encontrarnos a nosotros mismos sobre la piel del otro. Te pases, sin juzgarme por mi rasa frontera de los días. Y si quieres; cruces la aduana de mi pena que no sabe encontrar la respuesta, a cada gesta, en que el amor que ofrecí se fracturó en la vida.
Deseo que comprendas, que si supiese cómo definir la poesía ayer hubiese sido: cualquiera de mis coágulos, mis charcos de barro y lágrimas.
Hubiese sido mi poema, la brecha y la resiliencia del «género mujer» sobre este cuerpo, que se sigue arriesgando a arropar mi espíritu.
Y hubiese sido poesía, no para mí, para otros, el abismo escrito sobre aquel huracán que ya ni quiero mencionar.
Pero hoy, solo deseo que comprendas que poesía: es el canto del fuego que he visto bailando en tus ojos. O tus manos repletas de pasión, en todo eso que haces mejor que nadie. Decirte, que veo poesía en el perfil de la niñez que te asiste y alguna vez tambalea sobre el hueso a tu hombre. Poesía, en tu causa de lobo, tratando de salvarte, como yo, de este jodido y absurdo pretérito de mundo a punto de extinción.
Si pudiera contemplar a solas, sin poesía: la jungla de tu corazón. Verde, poroso, principiante o copioso de lluvia como el mío y tú, supieses el vértigo que sufro, cada vez que me acerco a un precipicio y siento que quiere devorarme la ley de la gravedad…
Insisto, por mucho que pueda llegar a parecerte aún innecesario o cursi, que hoy; un día como otro, para intentar que el amor sea mucho más que mi primera regla «guerras cero» Deseo que si llega; si sucede que viene y se esboza en nosotros, con su peso y su fuerza sobre el peso infinito de la tierra. Si se queda, a pesar de todos mis desperfectos, mis fracturas, de los tuyos y las tuyas, insisto: por mucho que puedas pensar que estoy exagerando.
Ese amor sería como un árbol asido a nuestro tiempo. Y nosotros, el género mestizo viviendo lo hermoso de lo humano sobre sus raíces. Y entonces, serían mis manos, tus ramas, nuestras llamas, nuestros besos: como una religión desnuda para ateos.
Día 21, December. «La niña de la cueva y yo»
Vivíamos sin dar paso al invierno, la niña de la cueva y yo. Llevábamos siempre leotardos y aún así, seguíamos con los sueños completamente helados. Pero al fin y al cabo: sobrevivíamos, al margen de otras cosas, y siempre dentro de la cueva, siempre, la niña y yo…
Las dos persistíamos en caminar muy despacio sobre la lana o la nieve del recuerdo. Y el recuerdo era fértil; porque paría otros recuerdos y toda la cueva era un desguace de vivencias-recuerdos y nosotras, debíamos caminar, esquivando los bultos, el hielo y las espinas que había derramado lo fiero de Diciembre, sobre nuestro suelo. Nos protegíamos del hielo prendiendo un fueguecito de palabras. Entonces, llegaban los poemas. Y las dos decíamos al unísono: ¡Entrad poemas! y los pobres poemas entraban en la cueva, completamente inconscientes de que tal vez nunca podrían salir ya de ella. Porque serían poemas para nutrir nuestra hoguera de palabras y nuestra soledad. Por eso, la mayoría de ellos eran quemados poco después de escribirlos, por lo inútil de servirnos para ninguna otra cosa.
Seguir leyendo «Día 21, December. «La niña de la cueva y yo»»Día 20, December. «Un adiós tan sencillo…»
Escribir nuevamente el adiós necesario.
Con los pies, con las manos,
con tu nombre.
Olvidar el reproche
el cómo y el cuándo.
El por qué.
Saber que no has de volver
cuando te muerdan los dedos
tus soledades.
Reescribir mi verdad y pronunciarme.
Con mi voz, con mis labios, con mi nombre.
Y decirte un adiós tan sencillo
que nunca me duela.
No esperar a que pase el invierno,
ni a que brote la tierra
que me prenda de nuevo
a la rama del árbol.
Renacer del silencio,
de la piel del letargo.
Ahora,
en este preciso instante.
Pronunciando un adiós tan sencillo
que te borre sin llanto de mí.
Publicado en: «Mujer de aire»
http://mujerdeaire.blogspot.com.es/2012/03/un-adios-tan-sencillo.html
Día 17, December. «Me tienes a mí»
Me hablabas de tu infancia de abandono, del olor y el motivo de la niebla. Me hablabas de la ausencia temprana de una madre, de gritos en la noche y la palma de la madre sobre tu rostro de niño. Hablabas de tu abuela paterna, que había viajado para cuidar de vosotros. Hablabas y eras tan capaz de imaginarlo todo; de ponerlo frente a ti en un orden conciso de secuencias. Hablabas y conforme lo hacías, seguías inventando y así fue como te hilaste a una historia a la que nunca perteneciste, a una vida que nunca fue la tuya. Trazaste, igual que un niño, el juego perfecto de tu mente; vitrales para un sueño donde nos desterraste, sin más, a los dos. Pero tanta imaginación, conduce al vértigo… Y yo que sólo te anhelaba, precisamente, fuera del riesgo de que tu amor pudiese hacerme daño, dejarme en la piel alguna herida nueva… Por eso, primero, habías decidido ser mi amigo.
Seguir leyendo «Día 17, December. «Me tienes a mí»»Hace friísimo…
Tiempo de esquina y párate. De hogar y recogida. Y la voz que vuelve al mundo, al templo que respira hacia adentro. Tiempo de otoño y pulso. De abrazarse o huir de la piel del abrazo.
Tiempo de «hace friísimo», después de tanta lluvia.
He gritado como un liquen que nace a agarrar la piedra. Y aquí, en este frío tan friísimo: ya nadie me escucha.
Qué pequeña la furia, la esfera que gobierna las bondades. Qué rojo el corazón recién zurcido. La rémora del equívoco. El vientre del latido.
Sé que sólo soy lo que camino, lo que he esperado en sueños. Los restos del incendio. Esta pequeña isla, de flor sobre ceniza, que gobierno.
Y todo este friísimo, cuando me abarque el invierno pero tú no me abraces.
La misma soledad que toman dos caminos que se cruzan. El liquen sobre la piedra o el miedo sobre la duda.
Si supieras por qué te he llamado inhóspito, por qué madeja sobre madeja ya casi me has vencido, si supieras por qué te he nombrado: la sed y el límite. O por qué aún, susurro a otros caminos que a ti; te espero y te espero, mientras vestida de quietud me van a dar las diez, las doce, las cien, las uvas.
Pero vestida de quietud, también resumo. Si ya no vas a estar: dame un beso y despídete.
Aléjate y no mires hacia mí. Mira sólo hacia adentro. Protégete. Contempla siempre el verde y cúrate. Porque yo; caminaré otra vez desnuda por diciembre.
Con esta voz de amor; me empezaré otro sueño, otro abrigo, otra isla, otro límite.
Me agarraré a otro cuerpo, como liquen
y tú, tal vez
también
sabrás
lo que es
friísimo
*Imagen: Janice Ursten Weissman
Combato a una mujer
Combato a una mujer que me combate.
En una va mi sangre, en la otra sé:
que voy a morir un día.
Primero es la que cimbrea.
La piel que se me inyecta en cada amanecer
para victoria.
La de salir al mundo a golpe de palabra.
La de la sal y la herida.
La de la llama y la furia viva.
La que dicta, avala y se equivoca.
La de la vida por causa, contra la guerra.
La de la fuerza y el ego y el puedo porque soy.
La del error y el cansancio. La del orden y el caos.
La del puto vértigo por el amor a ciegas.
La otra es solamente una cometa. Una mujer de viento y colisiones.
Es la que se instala y trepana porque carece de verso y de renglones.
Es la que susurra que no me reconoce.
La que me inhala y lleva un alma blanca que contempla
mis sombras.
Ella es la que en el amor se reina. La que se sabe diosa.
La que no se confiesa porque lleva diez vidas al sol.
Ella es la que deseo. La que fluye. La auténtica. La verdadera.
A la que aún no me atrevo porque la nombro y me borra.
Es la que llora por mí y por ti.
La que para sobrevivir en mí jadea.