del hambre hacia mis vértices (o lo que son mis alas)
Voy a enseñarle a amarme sin palabras
A almar el corazón sin más lenguaje
precisamente aquí:
entre el Cielo y la Tierra del hombre
Voy a retarle a ser libre
y a ser, por libre, un solo Ser conmigo
fundido en dos mitades
Dos mundos por el mundo
Dos pechos tan desnudos
Trotamundos Aéreos Despiertos
Que se anhelan en beso y son el Beso
Que se escriben en sueño y son su voz
Un día, una estación…
Voy a inundarle de Amor
hasta las cumbres
de mi mujer de aire
de su hombre del Sol
Gracias infinitas a Pau Donés, que ya está en las estrellas, por tantos regalazos como nos ha dejado con sus canciones y su hermosa humanidad, aquí en la Tierra.
Sueño que estoy de nuevo sentada frente al mar. Que nada como recordar su azul intenso, me está devolviendo hoy la calma. Que podría pasarme el día entero allí, porque en los momentos en los que no he sabido bien qué hacer, siempre he caminado por una playa y me sentado frente al mar, para que él me diese una respuesta.
Del mar regresan a mí los dones, los tesoros, también las añoranzas. Las viejas fórmulas que hilaba siempre en mi infancia para ser feliz y vivir confiada jugando, simplemente al juego de la vida.
¿Cómo era jugar con la arena gruesa del mar de Cadaqués o con las pequeñas piedras cayendo entre mis dedos, como si fuesen sueños fértiles a punto de florecer?
Tengo tantas preguntas por resolver, que vuelvo a ser la niña y vuelvo a ser el mar en este sueño. Y hago castillos de verdad y caminos con conchas que me llevan hacia ti.
Vuelvo a sentir un profundo respeto por la bravura del mar de Cadaqués, por eso no me baño en mi sueño. Solo me siento a contemplar su soledad y la mía. Cierro los ojos y estoy dentro de un cuadro. Un pintor me está pintando, allí sentada de espaldas: mujer, niña y mar. Todo es posible al mismo tiempo, mientras mis ojos mediterráneos, quisieran estar volando hacia el mar de Kerala. Siento que tú aún no conoces las palabras sencillas del buen amor. Las acciones y gestos del buen amor, y que este pintor es un Dios que está leyendo mis pensamientos y que me dice: que TODO es el mismo MAR y el mismo AMOR y que así va a dibujarlo sobre su lienzo.
Se hace de noche y ahora veo la luna nueva, sobre unas aguas que ya se han quedado en calma. Como si las olas también necesitasen dormir sus propios sueños y su deseo de buen amor.
Y yo, vuelvo a recordar que todo es un mismo mar. Que así lo dijo el Dios-pintor antes de marcharse y yo podré descansar, ser la mujer de solo mar mientras miro hacia el cielo y veo nacer la luz de Venus.
Cierro los ojos y sueño que soy una estrella y que ya no tengo cuerpo de mujer. Ahora estoy en un cuadro precioso del firmamento, rodeada de gente estrella como yo. Allí vuelvo a encontrarme al Dios pintor, porque él es quien dibuja el firmamento, en el que estamos todos seguimos soñando por encima de una luna pequeña y blanca y de un planeta Verdi Azul que ya nos queda muy lejano.
De repente, te veo a ti también junto a mí. Allí es muy fácil reconocernos. Nos damos un beso y nos cogemos las manos y empezamos a mirar el mundo que vive bajo nuestros pies, sintiendo que ya no queremos volver porque es muchísimo mejor ser estrellas, que humanos en cuerpos de hombre y de mujer.
Aquí la arena con la que jugamos es el polvo que dejan los cometas al pasar. No hay olas fuertes y bravas, ni virus del Covid 19 sembrando un caos universal y el miedo en la humanidad, que permanece encerrada, cada uno en su propia jaula y sin saber aún demasiado del buen AMAR.
Todo es Luz en este océano-cosmos lleno de púrpuras y azules, de índigos que envuelven suavemente la tez del universo.
No tenemos hambre, ni sed, ni miedo ante nada. Ni tan siquiera tenemos que esforzarnos en viajar para encontrarnos. O aprender el uno el idioma natal del otro, para intentar comprendernos algo mejor porque aquí hay una estrella madre, grande y luminosa que nos enseña todo cuanto necesitamos saber.
A caminar descalzos por la vía láctea, amándonos sin distancias. Y a sentir la música de las estrellas y hacer piruetas de luz, volando hacia Casiopea, escuchando la melodía del silencio detrás de cada cuerpo estelar, como un sutil canto de océanos.
Y nos sentimos luz de estrella, esa que aún no sabíamos muy bien cómo encender en la Tierra.
Gokanrna-Beach, Imagen de la red
Sueño que se hace de día y que ya no deseamos salir del cuadro pintado en el firmamento y que no necesitamos planear ningún viaje para reencontrarnos, porque ya somos reencuentro.
Pero despierto tristemente, emocionada y otra vez sola en mi habitación. Tú ya no estás a mi lado. Hace rato que ha sonado el despertador y si no empiezo a espabilarme, llegaré tarde al trabajo en el hospital.
Corro volando hacia la ducha, suerte que me quedaba un poco de café de ayer y me lo tomo en un par de sorbos. Te escribo un mensaje, para contarte que estoy bien y que voy tarde, porque el sueño me atrapa una vez más…
Me visto, salgo a la calle, me pongo alas en los pies y empiezo a volar sobre el asfalto.
Uff, casi me olvido de los guantes para entrar en el metro y de la máscara y el cerebro, de la mujer sensata.
uelvo a ser mujer terráquea, o tal vez mujer de aire caída de una estrella y corriendo hacia este día que hoy menos que nunca, me va a gustar vivir sin ti.
Porque aquí, hoy es San Jordi y celebramos el amor, las rosas y la palabra escrita… Y recordamos una leyenda hermosa de nuestra tierra, que habla del valor de un caballero noble y de un temible dragón, que de su sangre nace una bandera, y de una princesa que debía ser rescatada por la nobleza del amor.
Y yo debería estar allí contigo, cerca de Delhi o de Kerala, regalándote un libro bien bonito y diciéndote que aún te amo. O deberías ser tú el que estuviese aquí conmigo, conociendo este tiempo y este mar que no deja de ser el mismo mar eterno.
Pero estamos aún confinados y eso tendrá que esperar…
Como el deseo y el beso y el mar de luz de Kerala,
o el hondo mar Mediterráneo
nos esperarán a ti y a mí y a que todo vuelva a la calma
y nos dejen ser reencuentro
o ser tal vez del mismo sueño y para el mismo mar…
Ahora ya no eras la gata de la lluvia maullando en piel ajena soledades
¡Ya no eras!
Ahora dilataba tus pupilas el alma de la luna danzándole a tus ciclos: el amor hacia ti misma y la ternura.
Y yo, mujer hermana, tan solo te contaba mi vivencia. Mi pequeña palabra o verdad. Mi forma personal de sanarme a mí misma, para mí y para el mundo, por si a ti, también te servía. Yo solo te contaba, que ahora no dormía mi memoria en sueños frágiles de aire.
Que ya cesaba el llanto de mis ojos y giraba veloz sobre mis propios pasos, si es que regresaba: caminante él a mi camino y volvía a recordarme, de qué hoguera y de qué selva habíamos nacido los dos. Y entonces yo mudaba, leona, a mi pelaje. Alborotaba al viento la melena ¡Y rugía! Rugía de verdad, voceando frente al mar:
¡Qué yo ya no llevaba el peso de la lluvia o de la culpa en las entrañas de la primera Eva! Porque ahora era auténtica. Era, mujer universal. Ya no tenía que maullar en piel de Adán o Adanes. No volvería a ser la flor trémula del aire prendiéndome en el pecho, versos con pétalos mojados en lágrimas, para un amor de nadie, para un amor fugaz solo de aire…
Yo ya empezaba, a ser: Luz y Sabana El alma de la selva, del agua y del volcán. Y era mi vida todo eso: la luz de aquella estrella, mi espíritu salvaje, mi sangre y mi linaje. Todo eso era.
Y sí, también era mi corazón desprendido, en otros tiempos, volviendo a ser prendido a la vida y a la rama. Mi corazón desprendido, asido firmemente a la rama de la selva y mi vientre de la selva. Mis ojos, de la tierra del hombre verdadero.
Mis ojos: sus espejos. Y sus ojos: mis espejos.
Yo era mi Dios y mi Diosa en el camino, hacia un dulce equilibrio. Sabía bien mi destino porque ya, había aprendido a intuir… Fluía con la vida, olía el viento acre y el beso del almizcle y volvía a reinventar: mi calma o mi ternura. Mi grito contra el viento de la nada, mi auténtica victoria sobre el ego vencido.
Yo era mujer de un solo eje, montaña o cordillera ¿Sabes? Era mamífera intuitiva y audaz. Humana, parida del cielo de lo humano. Hija del sol y la luna, del único latido de la vida y la jungla.
¿Y sabes, hermana? Ya no fui más felina, maullando a gatos pardos que no sabían aun si eran amigos del diablo o habían perdido el corazón y cuatro o siete vidas sin un amor verdadero. Solo podía reconocerme: en otra piel como la mía, en otra selva como la mía, en otro corazón sin rejas, sin escarcha, sin torres, sin domar.
Porque ahora solo era, mírame: “La divina”. Aquella de la que el hombre del miedo siempre por siempre huiría, por mi bien, cada vez que intuyera que yo empezaba a ser la mejor versión de mí misma, cuando él, aun no estaba listo para serlo. La mejor versión de mí misma, parida por mí misma para la Tierra. Ya no quedaba guerra ni guerrera. Mi tierra era tan solo la sabana, que abría y entregaba un ser puro de fuego, o el beso en la horma de otro pecho rugiendo sangre viva y auroras frente al alba, como yo.
Esa era ahora ¡mi Sabana extendida! Mi amor para mí misma, hoy, ya, por siempre, era. Principio y primavera, el cauce universal de Dios y lo divino. Sagrado femenino para el mundo. La auténtica mujer que, como tú, hoy despierta.
Hermana, esta es mi palabra. Mi pequeña historia para ti y para mí.
Yo: la maga, la enlazadora de mundos, caminante del cielo y de la tierra, como tú.
Te entrego mi decreto con todo el amor del corazón.
Xaman woman, Imagen de Pintarest
Yo, la Dakini Yo, la Chamana Yo, de la Selva Yo, de la Luz Yo, como tú, mi Hermana Mi dulce Espejo Azul 🎇☪️🕉☯