Las jaulas

Amanecer en el Guinardó

Usted no tiene patria ni ha venido a este mundo a conquistar su suelo. Usted no tiene jaula ni jaulero. No tiene un corazón dueño de nada ni de nadie. Ni nada ni nadie,  debiera ser dueño de usted o de su corazón. El  hecho, no es que usted tenga un corazón sino que debiera ser su corazón. Ser, en cada uno de sus gestos y  latidos y hacer de él su oficio por y para el mundo. 

Y usted y yo, que sabemos que somos nuestros verdaderos sabios, vivimos en peligro de extinción, porque hay demasiados que piensan que los hombres deben ser los dueños y señores de  cosas a las que pusieron nombre. Y las cosas son solo eso y cuantas más poseemos, menos espacio  queda para ser y más poder otorgamos a los que proclaman: ¡Esto es la felicidad!

Pero usted y yo, sabemos que hay demasiada gente que se muere de hambre por el mundo, mientras otros siguen poseyendo y repiten y repiten: ¡Esto es la felicidad!

Y sabemos, que cada uno tiene sus baremos para los momentos hermosos que vivimos, al margen de las tantas cosas que en ellos poseímos. Sabemos que hay gente con la que nos sentimos al instante en armonía y otra, de la que desearíamos escapar nada más verla.

Ya aprendimos, que esta Tierra es redonda, que todo es cíclico y que seguiremos girando con el planeta preguntándonos por qué estamos aquí. Sabemos que existe un universo inmenso, que el hombre lanza naves al espacio y que hasta a pisado la luna. 

Sabemos que las leyes naturales establecen un orden preciso y que existen diferentes dioses y religiones y tantas, tantas guerras abiertas por el mundo como feroces poseedores de seres y cosas valiosas.

Y sin embargo, usted y yo que como pájaros soñamos nuestro vuelo  y como niños sonreímos al miedo ante el espejo; como hijos del putísimo progreso, vivimos  en enjambres de cemento, hechos por el hombre y su glorioso deseo de ser amo y señor de cosas que le hacen esclavo y le llenan de vacua felicidad las manos. 

Vivimos lejos de la naturaleza, ajenos a sus leyes y verdades, entregados al progreso, mientras que otros siguen muriendo de hambre y opresión.

Pero ¡oh! nosotros, afortunados, seguimos a cobijo en enjambres luminosos que nos ocultan las jaulas de nuestros propios miedos.

Y es así como usted y yo, hemos llegado a este punto de dejar a tan mal recaudo nuestra propia libertad a otros. Como usted y yo, tan dignos y tan sabios, vivimos en una confortable pero estrecha jaula.

Como usted y yo y otros tantos tantísimos tontos, nos estamos convirtiendo en nuestros propios jauleros.

Aquello no era amor

Vincent Van Gogh
Vincent Van Gogh
«Paisaje con pareja que pasea»

Ahora ella llevaba un marcapasos y él tenía una ciruelita creciéndole en la próstata. Los mirabas y podías convencerte en dos instantes: eso era lo grande y eso era el amor. La carita de mamá cansada, pero siempre agradecida de poder seguir acompañándolo un día más. Y su mano posada sobre aquel aparatito oculto bajo su pecho, amo de un tic-tac acelerado cuando a él lo llamaban a la sala de tratamientos. Entonces ella abría su libro, trataba vanamente de leer alguna línea y se llenaba mansa de lágrimas. Cuando él salía, se besaban, volvían a cogerse de la mano, partían nuevamente hacia el tumulto de la calle, cogían el autobús y llegaban a casa.

La casa, el hogar siempre limpio. Un lienzo del océano luciendo en el lugar más visible del salón, dos butaquitas en la salita y un televisor para la hora boba de la siesta y el calor de los años. Eso era el amor. 

Pero nosotros no.

Nosotros, no nos amamos. Tú lo definiste muy bien: fuimos viajeros del tiempo. Una fugaz reconexión. Cobardes como los frágiles. Tan locos. Tan animales. Corazones errantes, que dirían. Insensatos, sigo pensando yo.

Hacíamos el amor y aquello era saltar del Himalaya. Colisionar en cada poro de la piel batallas. Alma, corazón, entraña, rendición.

No, aquello no era amor.

Aquello era la vida.

Aquello era el Big-bang, viajero.

Los mapas

Imagen de Teresa Salvador.
Imagen de Teresa Salvador. «Fábulas» en Flickr

Recompongo los mapas que me nombran. Hablan de mí y a tientas me recorro.

Mirad, este territorio. Estos pedacitos de tierra he sido. 

Las huellas que atesoraron en mi cuerpo un palmo a palmo.  

Un compendio de historias conjugando mi memoria de haberes y riesgos.

Imaginar…

Cada gramo de amor o derrota: un maldito poema

Esto que me quema, que insiste y me evapora he sido…

¡Un incendio con vistas a la ciudad del mar!

Lo piensas y se te eriza la piel…

¿Se puede ser fogata y azul? ¿Volar de precipicios ajenos?

¿Caer de ti? ¡Huir! Humana y victoriosa

Toda la ciclotimia de estos días. ¡Eso soy!

Pero que cada gramo de calma, cuando llegue la noche y la escriba sea para decir que, obviamente, me he estado soñando en la mujer que nunca he sido.

Una mujer de aire no cabe en este mundo…

Yo soy fractal, como el fuego. Conozco bien mi elemento. Me amaban y parecía un lanza llamas. Si nombraban el fuego, allá que iba.  

Un corazón fragmentado se reconoce verde. Por eso soy esta inexplorada selva mía. Soy mi aborigen. Mi enredadera. Mi intransferible mujer vivida.

Hace un año y tres meses de la huida. 

Y te has quedado enredado a mi ira como una letanía por no darte un lugar. Por no admitir que sí, que sucedió. Y yo, lo siento,  no pude amarte, hombre triste. Y no nos respetamos. 

Pero he aquí mi patria. Bajito la pronuncio… 

¡Qué nadie ose a robar mi libertad! Cómo amo este páramo, océano de mí. He aquí el mar, mi lado bueno.

Y ahora sí por fin: reconocer. Y entonces, reconstruir los mapas del pasado. 

Amor, amada, casa_ me decías. Tu pequeño país: mi vientre vencido. 

Y ahora tú: ¡volar! ocupar tu lugar merecido y yo admitirlo. 

Camino, derrota, aprendizaje. Amor humano al fin y al cabo.

Pasado no presente. Ni riesgo en mí, ni límite. 

Espacio no furia. No ira ya. No pobre niña mía, ya…
Y entonces tú; edad dormida,  herida,  mirlo, negro mirlo, perdido hombre niño, hogar de barro, ocupa, hangar en vientre mío. 

¡Perdón! ¡Hangar  enmohecido!

¡Partir! Salir de mí. Salir. 

Trepar los muros de tu excusa o de mi culpa, ciudad caída…

Camina, camina. Ocupa tu lugar.   

                                  ¡Partir!

                                                       ¡Salir de mí!

                                                                 ¡Volar!

Nadie nos borra los poemas

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Ahora sólo intuyes que la caída es libre. La distancia es un arma de doble filo. Si se te acerca disparas y si se aleja, ya no elegirías ser tú el muerto. Entonces la soledad de los huesos cobra un sentido. Que nadie rompa este insomnio. La esfera de la noche en llamas. Que nadie venga a preguntar por qué no ha sido.

Le amaba por conjugar la locura. Volaba y cruzaba el charco. Océano manso. Un hogar en un cuerpo de lobo. Su irrealidad este pozo. Díganle, por favor, que nunca le he pertenecido. Este lenguaje es mi casa. Aquí no me arrepiento de nada. Hablo de transparencia, de haber salido de la jaula. De estar soñando que vivo. Que ahora ya conozco la osadía. La niña de trapo. Que yo misma nos salvo. Reconozco mi nombre, Venus al norte, a mi gatita dormida sobre el escritorio. Este lenguaje es nuestra casa. Nosotras tenemos garras. Ahora, vivimos en la noche sanas y salvas de los depredadores.

Nadie nos borra los poemas.  

Presunto estado del bienestar

imagen obtenida de la red
Imagen obtenida de la red

Me pregunto en qué telediario denunciarán sus hechos. Cuándo la caja boba nos dirá: «son estos»…. Los más pulcros verdugos, los que juegan a dioses.  Los dueños del veneno que corre por la tierra. El que está coronando los pueblos y los días.  El que solamente existe para elevar a sueño lo imprescindible…

«Tener un puesto en el mundo. Un salario digno. Un estado  del bienestar cuidando de ti y de los tuyos.  Enseñándoles a crecer y abastecerse.                                                                                                                      A ser un día hombres libres…»

Pero ¡NO!  Los ministros del gran capitalismo, NO nos quieren libres.

Los que roban dinero, prevarican y comen los mejores manjares. Pero cagan veneno. ¡Cicuta sobre nosotros! Los que otorgan: ahora, tú te aprietas más la soga  y tú: ¡Revientaaaas!

Y yo, que estoy naciendo como un liquen en medio de esta furia para agarrar la piedra…     A esta sociedad la estoy llamando judas, culpa, angustia.

¡¡Estoy pidiendo auxilio y mi voz se pierde en el vacío!!! Pero, ¿Por qué seguimos siendo la misma soledad que toman dos caminos que se cruzan?

¡El liquen sobre  la piedra! o ¡El miedo sobre la furia!

La furia, porque  aquí hay niños que en invierno no llevan sus deberes a la escuela porque a las cinco es de noche y en su casa no llegan para pagar la luz. ¡Niños que crecen con el rostro azul de la miseria!

Joder ¡Qué le den trigo al hambre y  no le hablen de austeridad!  Que vayan con su supuesto «estado del bienestar» al llanto periférico de la ciudad; a la esquina que recoge la sombra a capela del inmigrante, del mendigo, o de la prostituta que todos juzgan sin conocer su historia.

Pero dicen nuestros verdugos: que esperemos, porque estamos saliendo de la crisis…    ¡Que lleven a sus hijos a las colas del paro y pongan en sus manos la oscura dote del miedo y la angustia!

Joder, que le hablen de espera al hombre de más cincuenta que vive en la cola del paro, o al anciano solitario al que siguen recortando su mísera pensión. Que le hablen de espera y estado del bienestar a mi hijo adolescente al que dentro de dos años no podré pagar la universidad, mientras siguen ganando «ellos»

Y hoy aquí esperamos que ganen nuestros versos y yo, que os reconozco que llevo una mujerdeaire metida en mi cabeza, lo que más quiero es: ¡Qué ganen nuestros sueños! Que nuestros versos sean rojos, nuestras palabras furias, ¡Piedras que lancemos contra ellos! y ¡Qué venza la cometa de nuestra libertad!

Que nuestra ciudad no sea: esta ciudad caída. Ni nuestras vidas: el sueño que ellos pisan con su codicia.

Días rebeldes…

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No estar del todo cuerdo y amar el canto y el verso por  puro compromiso con tu sueño. Y sentir el delirio de que no es que estés loco porque andes huyendo de las formas constrictas. Porque vivas en prosa y te sueñes bien lejos del colapso constante con los días opacos, rutinarios y cuervos, en que sientes que mueres entre jaulas.                                 Porque sabes muy bien que  te quieren:  ¡doblada! Que te esperan sin rima y sin riesgo de ti. Resignada ante ellos: los amos de tu futuro liso y medido.                                                                                                                                                  Y te espetan voraces a ser lo consensuado; a tenerte tenaz, comprometida, conforme con tu capa de lana-corderita. Sin daga para ellos, sin palabras rebeldes, sin miradas que sueñen, sin alma de leona.

Pero un día, te atreves a mirarlos sin miedo y te pones tu manto de «resistencia» porque ya queda menos. Te vistes con la esgrima de currante sensata y ofreces lo que puedes, pero no lo que esperan, pero no lo que eres…                                      Y dos o tres veces al año, miras hacia atrás ¡qué ya tienes edad para balances! Y comprendes… ¡qué todo es un perfecto sin sentido! Y yo soy otro yo y no el de aquella. Soy mi voz y mi tiempo ¡Libre de la esgrima!                                                                 Y le llamo poema al dolor escanciado, cuando estar medio muerto es mirar hacia ellos con ojos de borrego y demasiada lluvia sobre la lana. Porque hay una estación que me desgarra el alma si no puedo salirme de la jaula… Y ya sé donde crece la rama en medio del desierto, donde vuelan los pájaros, resucitan mis muertos y mis lágrimas… ¡Mis lágrimas son agua que el corazón emana para no arderme en llamas!

Y te lloras a solas, pero resistes digna como nadie y vuelas cuando acaba  tu  jornada para  llegar a tu hogar, a tu casita digna de ser roble y tormenta y te quitas la capa, corres las cortinas, enciendes una vela y te quemas la herida…                                ¡Sacudes las cenizas, las sombras de otro día, lo que otros dictaron para ti!

¡Nada cabe en tu noche, porque tu noche es tuya!                                                                           Y el futuro es ahora y mi alma en derroche y sin jaula. Y mi dogma «soy yo»  repleta de errores o de puentes tendidos y de sueños que imploro al dios de los cautivos.  Y volveré a ser la rama y aunque llueva mi canto sobre mojado, os diré: «soy esta»… la que arriesga el poema y soy todo lo que llevo vivido por dentro.                        ¡Qué vale más una sola noche de amor  que veinte años bajo el yugo-proyecto de los otros!

Y ya avanza la noche,  me avecina otra aurora. Habré dormido poco, por haberme vivido demasiado despierta. El  café y una ducha templada entramarán a mi cuerpo cada anhelo. Y con mi dócil capa de cordera, empezaré otra mañana a gusto de «ellos» porque ya queda poco…

Porque ya falta nada.Porque ya tengo fuerzas.                                  ¡Porque ya tengo alas!   Porque ya tengo edad para arriesgarlo: ¡TODO!

*Imagen para el texto obtenida de la red

Como una religión…

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Si tuviese que poner alguna regla, ante este riesgo de amor que nos ronda sería:

«guerras cero»

No anhelo conquistar ninguna patria, ni vine a liderar batallas o cuestionar la libertad de nadie.

Si pidiese un territorio donde vivir este amor, aún consciente, de que ésto que voy a decirte puede parecerte precipitado o cursi…

Sería: una morada con puertas a tu alma. Que antes de mezclarnos, antes,  incluso,  de rozarnos, desnudarnos, desbordarnos o desear encontrarnos a nosotros mismos sobre la piel del otro. Te pases, sin  juzgarme por mi rasa frontera de los días. Y si quieres; cruces la aduana de mi pena que no sabe encontrar la respuesta, a cada gesta, en que el amor que ofrecí se fracturó en la vida.

Deseo que comprendas, que si supiese cómo definir la poesía ayer hubiese sido: cualquiera de mis coágulos, mis charcos de barro y lágrimas.

 Hubiese sido mi poema, la brecha y la resiliencia del «género mujer» sobre este cuerpo, que se sigue arriesgando a arropar mi espíritu.

Y hubiese sido poesía, no para mí,  para otros, el abismo escrito sobre aquel huracán que ya ni quiero mencionar.

Pero  hoy,  solo deseo que comprendas que poesía: es el canto del fuego que he visto bailando en tus ojos. O tus manos repletas de pasión, en todo eso que haces mejor que nadie. Decirte, que veo poesía en el perfil de la niñez que te asiste y alguna vez tambalea sobre el hueso a tu hombre. Poesía, en tu causa de lobo, tratando de salvarte, como yo, de este jodido y absurdo pretérito de mundo a punto de extinción.

Si pudiera contemplar a solas, sin poesía: la jungla de tu corazón. Verde, poroso, principiante o copioso de lluvia como el mío y tú, supieses el vértigo que sufro, cada vez que me acerco a un precipicio y siento que quiere devorarme la ley de la gravedad…

Insisto, por mucho que pueda llegar a parecerte aún innecesario o cursi, que hoy; un día como otro, para intentar  que el amor sea mucho más que mi primera regla «guerras cero»  Deseo que si llega; si sucede que viene y se esboza en nosotros, con su peso y su fuerza sobre el peso infinito de la tierra. Si se queda, a pesar de todos mis desperfectos, mis fracturas, de los tuyos y las tuyas, insisto: por mucho que puedas pensar que estoy exagerando.

Ese amor sería como un árbol asido a nuestro tiempo. Y nosotros, el género mestizo viviendo lo hermoso de lo humano sobre sus raíces. Y entonces, serían mis manos, tus ramas, nuestras llamas, nuestros besos:  como una religión desnuda para  ateos.

«Testamento»

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Ahora que el silencio es un cuerpo de versos que alumbran la mañana. Que mi esperanza es luz y mi voz la trinchera.

Que me conozco, me derrocho y me conduzco, sin faros antiniebla y me pronuncio en ella: en la mujer que gobierna mi piel y mis fronteras. Y tan sencillo es…

Ahora, que al fin escribo:

Que mi piel no es territorio, sino lenguaje. Que mi horma y mi norma, son el viento y el aire, que mi ciudad es de Nadie y mi pueblo, mi Sur.

Ahora que al fin aprendo a vivir con lo puesto, asumo y reconozco: que la tristeza no es manta, ni borla y la reforma es un cauce, no un hogar todavía.

Que uno debe aprenderse primero en la sal y edificarse, antes de darse prestado.

Que a día de hoy, aquí se intenta el ejercicio de aprender a bucear y trepar montes.

Que mi mundo, es un sueño que se hace y se goza. Que mi intención es la vida y lo que pones en juego por el amor sin sombra y su lucero.

Que mi noche tardía, es mi día y en él o en ella, me he ido derramando. He derrochado las horas frente al verso y me hago cargo de todo cuanto he roto, en su nombre.

Que ya sabías, lo sabías… ¡Qué voy muriendo a chorros por un soplo de luz!

Que no tengo palacios y sólo soy un templo de mujer. Una boca que late, una nube fecunda, una rama, que se intenta y se trepa. Esta mujer que me nombra en la que pregunta el ¿Dónde?  Que derrocha y agota pronombres y no adquiere ropajes, ni apellidos de nadie.

La que duerme conmigo y se amanece: voraz y en llamas.

La que muerde en mi cuerpo las mañanas y ansía tanto el Norte.

La que dicta: que tengo un territorio tutelado, un camino y un cofre. Un sauce, para el llanto…

Que he surcado los miedos y lo he intentado todo y he caído contigo en picado y prefiero lo digno de levantarme sola.

Que me nutro en el musgo y me interpolo en esta otra, que también es mi voz y mi mujer en cueros.

Que mi tierra es salvaje y alita de alma o loba, ahora y siempre he sido.

Que me voy y no vuelvo: porque no puedo más y mi llanto, es mi quiero o mi quiebro y mi nunca, es ahora. Que mi adiós es una rémora colgándome de la boca.

Que nada tiene sentido, si lo piensas, pues tu roto es el fuego y mi fortuna el agua.

Que en ti ya me he mojado y en ti me seco en llamas.

Que he hecho testamento y he dicho:

Aquí ya no se rasga,  aquí ya no se jode, aquí no se dicta, ni se levanta el verbo o se regala el plomo y el cansancio…

Aquí se va de rojo y no de luto. Aquí no se oscurece, ni se apaga la luz.

…He dicho

Que prefieras tu suerte, compañero y con ella te valgas y te sobres.

Que no inventes,  no sueñes,  no vuelvas, mañana a pronunciarme.

Aquí ya nada tiembla y el invierno no suda, su témpano de nieve.

Aquí, vuela el Arube hacia otra primavera.

Aquí se abrasa el Aire y se enciende una Vida.

Aquí…

Aquí, voy a vestir de largo la Poesía.

Lo que cuenta…

Imagen de: Dieter Willasch
Imagen de: Dieter Willasch

La primera emoción es lo que cuenta. La canción que me diste, lo que cuenta.

Los ojos de la noche sobre las ramas de mis brazos, contemplando

si escribo que te extraño.

El Creo en la hermosa costumbre de mirar a los ojos con los ojos. Eso, es lo que cuenta.

Lo que vale por mil, lo que no compra nadie. Lo que jamás ningún hombre podrá

vendernos. El corazón, es siempre lo que cuenta.

El fuego sobre el verso y el alma sobre el fuego del poema.

El haberse encontrado y ahora: estar a mil silencios de ti, y que tú no me hables, ni me

extrañes, pero tener aún guardada la canción que me diste.

Lo que cuenta, es lograr la fuerza necesaria para cruzar el tiempo y no arrepentirse

ni del gesto, ni del verso, ni de nada.

No anclarse buscando la palabra verdadera, es lo que cuenta. Creer que las verdades

pueden ser ambiguas. Intuir que la verdad ambarina como el oro, siempre fue el camino

las huellas que dejamos a nuestro paso. Las  que seremos y dejaremos mañana, lo

que cuenta.

Tener tu huella en mí: en mí, también es lo que cuenta. Estar creciendo aún, allí y ahora.

El corazón en la brecha mirando hacia lo humano, lo que cuenta.

Y ser esa insólita promesa que sólo uno mismo reconoce, porque nadie más habría

podido anhelar para uno mismo.

Que la luna te busque y la noche te encuentre y empiece un nuevo día y puedas salir hacia

tu vida para empezar a caminar tus sueños, es lo que cuenta.

Que el frío del invierno no te hiele; ni el pecho, ni la voz, ni la belleza, es lo que cuenta.

Que el corazón sea el terreno del verdadero oficio.

Que el amor sea tu ritmo preferido y el mundo en que vivimos un hogar habitable

por todos, para todos.

Que lo tibio sea limpio y lo  limpio se toque con los dedos.

Que la esperanza sea el ala a la que abrazamos nuestros temor humano.

Que la consciencia sea el destino de todos aquellos que buscamos:

estar dentro, estar fuera, estar vivo. ¡Estar!

Vivir en este instante es lo que cuenta. Una piel sin bandera: en mí,  es lo que cuenta.

Llorar y ser la lágrima, beber y ser el agua. Danzar para vivir.  Y si voy a escribir; reunir

primero el fuego necesario sobre la página en blanco.

Tejer y ser el tejedor de tus sueños, soñar y ser el sueño. Cantar y ser la voz, porque tener

una canción: en mí,  también es lo que cuenta.

Tener una ilusión, es lo que cuenta.

Amar. Vibrar, es lo que cuenta.

¡Feliz y prospero 2015 a todos!!

Somos, literatura cero…

Cometa Lovejoy
Cometa Lovejoy

Haces balance de cuentas y regresa la misma canción… Amor, conato, principio de acción o fuego… Soledad. Llevas en las venas, la sed de un hombre en guerra. La infancia, de un millón de lágrimas. Pero otras te dirían: “Llevas, la tez de un hombre triste” y te dibujarían una sonrisa y cerrarían los ojos para darte un beso. Pero yo ya solo miro detrás de los rostros y si alguna vez nos diésemos un beso, abriría lentamente los párpados porque querría saber si tú,  te ofreces con los ojos abiertos al Amor-Conato-Intento… Principio de fuego. Me miras y te diriges otra vez a la misma puerta de salida: la paz de la soledad instintiva… Porque solamente a solas nos hemos desgarrado o nos hemos llenado de destiempo el minutero, para no poder hacerlo.

¿Sabes? Tú y yo: aún no hemos sido escritos. Somos, literatura cero. Un pálpito, una vez en la sangre. Pajarillos sin canto en el aire. La cueva del corazón hereje por salvaje. Pero una vez fue un poema entre los dedos; una invocación a los sentidos, la intuición de que tú… La sed, de la impaciencia.

Una mujer te mira y se refleja, pero tampoco se desnuda porque teme que el niño de tus ojos soledades, aquel que te llevó a vestirte de hombre rudo: rechace la piel que va desnuda. Y a mí, que nunca me ha bastado lo sencillo, mi error sigue siendo esta jodida costumbre de no andar por lo sencillo. Y he aquí mis motivos para arriesgarme a ti, a estas horas de la vida en que se me ha volado la niña y solo me han quedado los desnudos.

Me pregunto: si alguna vez amaste con los ojos abiertos. Si alguna vez lloraste y dejaste que en ti, fuese la lluvia… A veces me persigue el mismo sueño, porque llevo una imagen clavada en la memoria: mis manos haciéndote de barro y tú, que me miraste tres segundos desnudo…

Nunca volviste a esta casa. Nunca… Porque aquí para sanar había que mostrarse el corazón hereje. No volviste a mirarme como aquella vez, desnudo.

Ya ha sido Navidad y tú y yo seguimos solos y siempre regresa la misma repetición: amor, conato, principio de fuego, soledades. No poder desnudarse es no poder abrir los ojos. Somos, aún, literatura cero. Si no somos escritos, el corazón hereje siente frío. Por eso, una vez, quise hacerte un poema. Una invocación a la vida o a la impaciencia…

¿Lo recuerdas?