«Hoy me desgrano en lo que añoro:
el buen amar y el mar de un sueño que vive en
Cadaqués»
Sueño que estoy de nuevo sentada frente al mar. Que nada como recordar su azul intenso, me está devolviendo hoy la calma. Que podría pasarme el día entero allí, porque en los momentos en los que no he sabido bien qué hacer, siempre he caminado por una playa y me sentado frente al mar, para que él me diese una respuesta.
Del mar regresan a mí los dones, los tesoros, también las añoranzas. Las viejas fórmulas que hilaba siempre en mi infancia para ser feliz y vivir confiada jugando, simplemente al juego de la vida.
¿Cómo era jugar con la arena gruesa del mar de Cadaqués o con las pequeñas piedras cayendo entre mis dedos, como si fuesen sueños fértiles a punto de florecer?
Tengo tantas preguntas por resolver, que vuelvo a ser la niña y vuelvo a ser el mar en este sueño. Y hago castillos de verdad y caminos con conchas que me llevan hacia ti.
Vuelvo a sentir un profundo respeto por la bravura del mar de Cadaqués, por eso no me baño en mi sueño. Solo me siento a contemplar su soledad y la mía. Cierro los ojos y estoy dentro de un cuadro. Un pintor me está pintando, allí sentada de espaldas: mujer, niña y mar. Todo es posible al mismo tiempo, mientras mis ojos mediterráneos, quisieran estar volando hacia el mar de Kerala. Siento que tú aún no conoces las palabras sencillas del buen amor. Las acciones y gestos del buen amor, y que este pintor es un Dios que está leyendo mis pensamientos y que me dice: que TODO es el mismo MAR y el mismo AMOR y que así va a dibujarlo sobre su lienzo.
Se hace de noche y ahora veo la luna nueva, sobre unas aguas que ya se han quedado en calma. Como si las olas también necesitasen dormir sus propios sueños y su deseo de buen amor.
Y yo, vuelvo a recordar que todo es un mismo mar. Que así lo dijo el Dios-pintor antes de marcharse y yo podré descansar, ser la mujer de solo mar mientras miro hacia el cielo y veo nacer la luz de Venus.
Cierro los ojos y sueño que soy una estrella y que ya no tengo cuerpo de mujer. Ahora estoy en un cuadro precioso del firmamento, rodeada de gente estrella como yo. Allí vuelvo a encontrarme al Dios pintor, porque él es quien dibuja el firmamento, en el que estamos todos seguimos soñando por encima de una luna pequeña y blanca y de un planeta Verdi Azul que ya nos queda muy lejano.
De repente, te veo a ti también junto a mí. Allí es muy fácil reconocernos. Nos damos un beso y nos cogemos las manos y empezamos a mirar el mundo que vive bajo nuestros pies, sintiendo que ya no queremos volver porque es muchísimo mejor ser estrellas, que humanos en cuerpos de hombre y de mujer.
Aquí la arena con la que jugamos es el polvo que dejan los cometas al pasar. No hay olas fuertes y bravas, ni virus del Covid 19 sembrando un caos universal y el miedo en la humanidad, que permanece encerrada, cada uno en su propia jaula y sin saber aún demasiado del buen AMAR.
Todo es Luz en este océano-cosmos lleno de púrpuras y azules, de índigos que envuelven suavemente la tez del universo.
No tenemos hambre, ni sed, ni miedo ante nada. Ni tan siquiera tenemos que esforzarnos en viajar para encontrarnos. O aprender el uno el idioma natal del otro, para intentar comprendernos algo mejor porque aquí hay una estrella madre, grande y luminosa que nos enseña todo cuanto necesitamos saber.
A caminar descalzos por la vía láctea, amándonos sin distancias. Y a sentir la música de las estrellas y hacer piruetas de luz, volando hacia Casiopea, escuchando la melodía del silencio detrás de cada cuerpo estelar, como un sutil canto de océanos.
Y nos sentimos luz de estrella, esa que aún no sabíamos muy bien cómo encender en la Tierra.

Sueño que se hace de día y que ya no deseamos salir del cuadro pintado en el firmamento y que no necesitamos planear ningún viaje para reencontrarnos, porque ya somos reencuentro.
Pero despierto tristemente, emocionada y otra vez sola en mi habitación. Tú ya no estás a mi lado. Hace rato que ha sonado el despertador y si no empiezo a espabilarme, llegaré tarde al trabajo en el hospital.
Corro volando hacia la ducha, suerte que me quedaba un poco de café de ayer y me lo tomo en un par de sorbos. Te escribo un mensaje, para contarte que estoy bien y que voy tarde, porque el sueño me atrapa una vez más…
Me visto, salgo a la calle, me pongo alas en los pies y empiezo a volar sobre el asfalto.
Uff, casi me olvido de los guantes para entrar en el metro y de la máscara y el cerebro, de la mujer sensata.
Porque aquí, hoy es San Jordi y celebramos el amor, las rosas y la palabra escrita… Y recordamos una leyenda hermosa de nuestra tierra, que habla del valor de un caballero noble y de un temible dragón, que de su sangre nace una bandera, y de una princesa que debía ser rescatada por la nobleza del amor.
Y yo debería estar allí contigo, cerca de Delhi o de Kerala, regalándote un libro bien bonito y diciéndote que aún te amo. O deberías ser tú el que estuviese aquí conmigo, conociendo este tiempo y este mar que no deja de ser el mismo mar eterno.
Pero estamos aún confinados y eso tendrá que esperar…
Como el deseo y el beso y el mar de luz de Kerala,
o el hondo mar Mediterráneo
nos esperarán a ti y a mí y a que todo vuelva a la calma
y nos dejen ser reencuentro
o ser tal vez del mismo sueño y para el mismo mar…
Tal como esta noche me contaba
el Dios-Pintor del Universo
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