
Crab apple en el Sistema floral del Dr.Bach
Imagen de Teresa Salvador, Fábulas en Flickr
Estoy estudiando el alma de las flores…
Yo sé, que alguna vez he vivido un amor que no era un buen amor. Que era o parecía un río enardecido. Un amor pequeñito, con un sendero tibio y olor a tallo verde. Y, sin embargo, pequeño como era, llegaba como una inmensa ola arrasadora. Como una bendita primavera que se desborda en la sangre.
Y siempre, casi siempre, era un principio en derroche, en presencia, en detalles…
Después pasaban los días o los meses, y a veces, ese amor pequeñito, sentía volarse libre a otros parajes. Volarse, aún no sé, tal vez presuntuoso, sabiéndose certero de haberlo dado todo.
Volaba y me dejaba sumida en aquel hueco de su ausencia. Mirando hacia mi vértigo o mi miedo, sintiendo mi dolor y mis propias carencias. Recordando entre llantos, su tacto, su enigma, su misterio, sus porqués y por dónde se habrá esfumado en el aire.
Recuerdo que volaba, ¡Sí! y se llevaba sus alas y alguna que otra pluma de las mías. Después llegaba el ciclo en que todo enmudecía por un tiempo. Y ya no era su voz, ni su brisa temprana blanqueando mis mañanas.
Me he engañado a mí misma, tantas veces con amores finitos y pequeños; con quereres que simplemente eran principio en tallo verde y derroche… Que ahora por fin, ya puedo constatar: que el amor, si es del “bueno” perdura con el tiempo y vive en las estaciones. Que hace falta un verano, un otoño, un invierno… Tal vez, hasta un confinamiento antes de que la impaciencia en la espera quiera hablarte de abril, de lluvias, de loca primavera corriendo por la sangre.
Ahora sé, porque así lo siento: que el amor que es Amor no requiere de esfuerzo. Que es inmenso en sí mismo y atraviesa los tiempos, las millas, los miedos, los silencios y hasta los continentes. Que vive en el presente y el ahora. No busca firmemente una certeza, no necesita una prueba o una señal de amor. Está vivo en el gesto, en la voz, en las pupilas. No se oculta, no calla, ni tan siquiera perece, cuando algo le asusta. Simplemente respira y florece y te ayuda a florecer en ti y en él. Se sabe llama viva y te mantiene vivo entre sus propias ascuas, porque del fuego vino y fuego siempre será.
He aprendido a sentirlo así mismo; como un amor a mi Aire de Fuego, Tierra y Agua. Como esa Madre Gaia real y tan fructífera que cada día que pasa, te nutre más y más. Como una noble madera del roble al que me abrazo, o como el metal precioso que siempre supe, que no puede oxidarse a la intemperie. Así lo siento, así es, así sea y será…Y ¿Sabes por qué?
Porque ese Fuego, esa Agua, esa Tierra o Madera y hasta ese Metal, simplemente SOY YO y ERES TÚ.
Yo, en mi mujer completa y elemental. Yo, en mi mujer chamana que despierta a la vida, más viva, en este encierro. Yo, cuando al fin puedo ver que ya NADA me falta porque lo tengo TODO. Que me Tengo y me Soy y me he estado intentando, cada uno de los días de este confinamiento: un verbo fiel y perenne a lo que mi sueño ama. Por eso, justa ahora, he vuelto a estudiar el alma de las flores… Para beber de su esencia más pura, cual medicina sagrada que sana al propio corazón de sus temores.
¡Libre, mi corazón de selva! Eternamente verde y libre de aquel viejo patrón del miedo y la carencia.
Han vuelto a venir a mi memoria las frases de mi hermosa madre-abuela María: “Si algo no es para ti, déjalo volar. Y al amor pequeñito ¡Déjalo que se vaya, niña mía!”
Eso repito y reafirmo, leyéndome despacio en el alma de las flores. Y lo he hecho, solamente, por un amor sencillo hacia mí misma. Porque a través de las flores he estado aprehendido a deshojarme. A sanarme, a habitarme, a vivir en el agua, en la calma, en la noble esperanza de un presente mejor.
Y cuando por fin llegue mañana el final de este encierro, cuando salga a la calle y el silencio del aire aún se palpe, sabré: que todo valió la pena. Que esto ha sido un regalo del cielo para mí y que el alma de las flores me trajo al corazón el mantra y la canción de amor para una nueva vida perenne en el AHORA.
Y entonces sentiré que el miedo es solo blanco, igual que las primeras nieves. Tan blanco y tan blandito que ya podré tocarlo, mirarlo muy valiente a los ojos con toda la certeza de este mundo y descalza, muy descalza de armas y batallas. Seré capaz de abrazarlo y de fundirme con él, sanando en mí la herida que lo trajo a mis días.
Y sabes por qué…
Porque en el amor a mí misma que he estado trabajando y bebiendo en este encierro, he estado poseyendo:
El cofre del tesoro entre mis manos.

del sistema Flores de California
Imagen de la red

Imagen de mi amigo Sandeep Sharma
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