Nunca vimos el numen de sus fieles.
Ni les fuimos asfalto. Ni pudimos jamás estrecharles la mano.
Debo aclararos: ¡NO LES PERTENECIMOS!
Más bien malvivimos renegando de ellos
del tuétano hasta el labio y la memoria viviente
en continuo pasado…
Del febril culebreo de sus ciénagos actos
demasiados valientes dieron con la cuneta.
Nosotros perduramos porque son otros tiempos.
No tenemos fusiles.
Ni ostentamos poderes más allá de los gestos, la boca, la palabra
para asirnos más fuertes al crujir de los versos, sangre de la cuneta.
Es nuestra bala negra o nuestro abecedario.
Os juro por los míos, que los jodidos macabros
hoy nos siguen tachando:
¡De apátridas! ¡de rojos!
Veneno para el germen del pueblo_dicen ellos.
Irreverentes prosaicos, ateos, absurdos inocentes.
Idiotas insumisos con los días contados_dicen ellos.
Nosotros por nuestro lado les seguimos llamando:
¡Asesinos! ¡Falangistas venéreos!
¡Ministros del infierno, curas negros!
¡Economistas hambrientos egóicos excelsos
de aquí ordeno y te aplasto!
De esta guerra que os hablo
ya hablaron o callaron mis abuelos
según fue necesario.
Aunque no os lo parezca perduran ambos bandos.
Los hijos de los hijos_dicen ellos.
Pero hay gente que vive al margen de que existe.
Normal, aunque increíble.
No hablan de ella jamás en las noticias. Nunca el telediario.
Ni en vallas publicitarias. Ni siquiera el Estado.
Porque en esta guerra fría que ahora os narro:
nosotros nunca vencimos
y ellos aún no ganaron
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