Si tuviese que poner alguna regla, ante este riesgo de amor que nos ronda sería:
«guerras cero»
No anhelo conquistar ninguna patria, ni vine a liderar batallas o cuestionar la libertad de nadie.
Si pidiese un territorio donde vivir este amor, aún consciente, de que ésto que voy a decirte puede parecerte precipitado o cursi…
Sería: una morada con puertas a tu alma. Que antes de mezclarnos, antes, incluso, de rozarnos, desnudarnos, desbordarnos o desear encontrarnos a nosotros mismos sobre la piel del otro. Te pases, sin juzgarme por mi rasa frontera de los días. Y si quieres; cruces la aduana de mi pena que no sabe encontrar la respuesta, a cada gesta, en que el amor que ofrecí se fracturó en la vida.
Deseo que comprendas, que si supiese cómo definir la poesía ayer hubiese sido: cualquiera de mis coágulos, mis charcos de barro y lágrimas.
Hubiese sido mi poema, la brecha y la resiliencia del «género mujer» sobre este cuerpo, que se sigue arriesgando a arropar mi espíritu.
Y hubiese sido poesía, no para mí, para otros, el abismo escrito sobre aquel huracán que ya ni quiero mencionar.
Pero hoy, solo deseo que comprendas que poesía: es el canto del fuego que he visto bailando en tus ojos. O tus manos repletas de pasión, en todo eso que haces mejor que nadie. Decirte, que veo poesía en el perfil de la niñez que te asiste y alguna vez tambalea sobre el hueso a tu hombre. Poesía, en tu causa de lobo, tratando de salvarte, como yo, de este jodido y absurdo pretérito de mundo a punto de extinción.
Si pudiera contemplar a solas, sin poesía: la jungla de tu corazón. Verde, poroso, principiante o copioso de lluvia como el mío y tú, supieses el vértigo que sufro, cada vez que me acerco a un precipicio y siento que quiere devorarme la ley de la gravedad…
Insisto, por mucho que pueda llegar a parecerte aún innecesario o cursi, que hoy; un día como otro, para intentar que el amor sea mucho más que mi primera regla «guerras cero» Deseo que si llega; si sucede que viene y se esboza en nosotros, con su peso y su fuerza sobre el peso infinito de la tierra. Si se queda, a pesar de todos mis desperfectos, mis fracturas, de los tuyos y las tuyas, insisto: por mucho que puedas pensar que estoy exagerando.
Ese amor sería como un árbol asido a nuestro tiempo. Y nosotros, el género mestizo viviendo lo hermoso de lo humano sobre sus raíces. Y entonces, serían mis manos, tus ramas, nuestras llamas, nuestros besos: como una religión desnuda para ateos.
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