Fue. Sencillamente, fue…
No preguntes por qué, pues el «por qué»
padece de inacaboses.
Cada vez que me caigo:
un ángel acude y me besa las rodillas.
Una niñez acude, como el bosque a la lluvia.
Mi piel, también contiene un bosque
y yo contengo la lluvia y su equipaje.
Sólo el niño pregunta sus porqués…
No puede comprender aún su inacabose.
Sin embargo, la frialdad del suelo te lanza otra pregunta:
¿Para qué…? y el para qué es un principio
hacia el camino del orden.
Sé que el amor cuando es del bueno
jamás te deja al margen
y que es preciso caer
una o mil veces
y que la piel se prenda al bosque.
Fue. Precisamente fue, para que el ángel…
Fue para el amor al agua.
Para sentirse un todo con el cuerpo en la lluvia.
Para poder decirle adiós sin negruras.
Para vivir la voz y que la voz conozca
cómo escribirte
el bosque.

Bonitos e interesantes versos que nos dejas con tus letras.
Un abrazo y feliz semana.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias por acudir siempre a este bosque, Rafael 🙂
Feliz finde 🙂
Me gustaMe gusta