Pintarse la boca de rojo, la bien verdad de rojo, la sed blanca de rojo.
Y así que el rojo de los labios, sea portal del corazón rojísimo…
Ahora vivo en esta boca roja y tan frontera. Perfilo los motivos y a veces; deliro en el carmín y ya no puedo, ni quiero desarraigarme del rojo.
Conocer la medicina oriental me ha enseñado a protegerme. Ahora sé; que cada color tutela el equilibrio de un órgano y que el rojo siempre ha sido amparo del corazón del hombre. Por eso he aprendido a elegir y a pintarme de rojo los labios. A llevar una sonrisa roja sobre los días de lluvia y a vivir en la locura de derramar tinta o verbo rojo sobre todo lo que escribo.
He aprendido a latir sólo y sencillamente por el rojo, para ser justa con el mundo. Para que el hombre comprenda que soy una rebelde y que vivo protegida y que hoy por hoy; aprendo a “amar entre comillas”. Quiero decir; a salvo, como nunca, de la devastación y el incendio y el cansancio. Con la inocencia más sabia o más traviesa, tras la herida o tras los años. Con la intuición y el equilibrio y la pasión justa del rojo.
Y sé que nunca te lo he dicho, porque te he quiero solamente “entre comillas” … No por encima de todo. No por encima de mí. No en la persistencia, ni en la ausencia, ni en la falta de respuesta. Pero sobretodo: no en lo absurdo, ni por encima del rojo.
Y es así, porque no queda otra opción. Porque aún no te atreves, tú al rojo vivo ni a la vida que llega y golpea en tu puerta. Ni a estar fuera de ti después del animal herido. Y podrías muy bien, ser o haber sido, si no fueses en esto como un proyecto del sueño de ti mismo, como una letanía, como un ¡ay ,todavía… un ay! Si no fueses acaso un laberinto de pecho contra aullido, un paradigma del yo mismo en el tú de las horas y el alma de la duda los días del cansancio. Porque insistes en ser y no ser, en seguir viviendo en cautiverio bailando con las máscaras del tiempo y creerte en lo distante, a salvo y tan dichoso.
Y yo te sigo queriendo, así : “entre comillas” y lo hago sólo porque una vez te atreviste a mirarme a los ojos y yo te hubiese dado un beso para tacharnos todas las comillas y empezar una emoción a juego con el rojo.
Para dejar de pintarme la boca, rojísimo portal del corazón. O para dejar de buscar tu rojo en otros labios, mientras tú; asumes que los grises del silencio te mantendrán a salvo de los que latimos vivo el rojo, o llevamos los labios pintados y gritamos que somos rebeldes…
Para siempre, “entre comillas”…
Hasta que el amor desborde: en vivo el Rojo.
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