Combato a una mujer que me combate.
En una va mi sangre, en la otra sé:
que voy a morir un día.
Primero es la que cimbrea.
La piel que se me inyecta en cada amanecer
para victoria.
La de salir al mundo a golpe de palabra.
La de la sal y la herida.
La de la llama y la furia viva.
La que dicta, avala y se equivoca.
La de la vida por causa, contra la guerra.
La de la fuerza y el ego y el puedo porque soy.
La del error y el cansancio. La del orden y el caos.
La del puto vértigo por el amor a ciegas.
La otra es solamente una cometa. Una mujer de viento y colisiones.
Es la que se instala y trepana porque carece de verso y de renglones.
Es la que susurra que no me reconoce.
La que me inhala y lleva un alma blanca que contempla
mis sombras.
Ella es la que en el amor se reina. La que se sabe diosa.
La que no se confiesa porque lleva diez vidas al sol.
Ella es la que deseo. La que fluye. La auténtica. La verdadera.
A la que aún no me atrevo porque la nombro y me borra.
Es la que llora por mí y por ti.
La que para sobrevivir en mí jadea.
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